En un contexto donde los inversionistas retiraron 735 mil millones de dólares de los mercados emergentes en el 2015, y en el que las acciones de estos países iniciaron el 2016 con peores resultados que durante los primeros 20 días del año de la crisis asiática de 1998 y de la crisis global de 2008, México está lejos de estar exento de riesgos.
El tipo de cambio spot alcanzó ayer los 18.65 pesos por dólar y el precio del petróleo mexicano apenas rebasa los 20 dólares.
Sin embargo, a pesar del deterioro del entorno nuestro país cuenta con mejores perspectivas que otros mercados emergentes.
La diferencia radica en que la política económica mexicana ha priorizado la estabilidad macroeconómica.
Actualmente es evidente que, frente a los escenarios de recesión en lugares como Rusia o Brasil, la política ortodoxa le ha redituado al país. El producto interno bruto de México crecerá 2.6 por ciento este año, según el pronóstico del Fondo Monetario Internacional (FMI).
No obstante, el costo de esta política aún pesa sobre la economía mexicana, ya que el país ha registrado una tasa promedio de crecimiento anual de sólo 2.3 por ciento durante los últimos 30 años.
Peores que el peso
El peso mexicano ha perdido casi 26 por ciento de su valor frente al dólar en los últimos 12 meses. Debido a esto, el tipo de cambio de la divisa estadounidense se encuentra en un máximo histórico.
Sin embargo, esto responde a una coyuntura externa. El problema es generalizado y se refleja en la caída de la mayoría de las divisas emergentes.
El real brasileño se ha depreciado casi 58 por ciento frente al dólar en el mismo periodo, y el rand sudafricano registra una baja de 46.5 por ciento.
La estabilidad macroeconómica de México, que se traduce entre otras cosas en una baja inflación y en una demanda consistente por activos de largo plazo como los bonos, contrasta con las perspectivas económicas de Brasil y Sudáfrica.
Ambos países se han visto afectados por la desaceleración económica de China, la cual ha impactado directamente en el valor de sus exportaciones debido a menores precios y demanda de materias primas como hierro y petróleo.
La salida de Joaquim Levy, exministro de Finanzas de Brasil, y el cambio de dos ministros de Finanzas en menos de cinco días en Sudáfrica son muestras patentes de las dificultades que enfrentan ambas economías.
El FMI prevé que la economía de Brasil se contraiga 3.5 por ciento este año, enfrentando su peor depresión en casi un siglo.
El año pasado se perdieron 1.5 millones de empleos y la inflación alcanzó los dos dígitos, tocando un máximo de 12 años.
Por su parte Sudáfrica crece a una tasa de 1.5 por ciento, y se enfrenta a un alza inflacionaria como resultado de la peor sequía en el país desde 1992.
Dependencia limitada
Conforme la prudencia macroeconómica ha ido ganando terreno en México, la relevancia relativa del petróleo en la economía se ha reducido.
Como resultado, la base de exportaciones mexicanas se diversificó para abrirle paso a las manufacturas.
No obstante, un tercio del presupuesto federal aún es financiado con los ingresos petroleros. Ahí reside la preocupación de que en los últimos 18 meses el valor del petróleo mexicano se haya desplomado alrededor de 80 por ciento.
Sin embargo la vulnerabilidad de México frente a esta coyuntura es menor que la de otros productores petroleros. Si bien esto dio lugar a un fuerte recorte en el gasto público mexicano, el FMI apenas redujo el pronóstico de crecimiento del país en 0.2 puntos porcentuales.
Rusia, donde un cuarto de la economía está conformada por la industria de gas y petróleo según cifras oficiales, se mantendrá en recesión durante los dos siguientes años de acuerdo a las más recientes estimaciones del FMI.
El organismo prevé que este año el producto interno bruto ruso se contraiga 1 por ciento.
Pero el impacto de la debacle petrolera podría ser aún mayor. Andrey Movchan, colaborador del think tank Carnegie Endowment for International Peace, estima que la contribución de la industria de los hidrocarburos a la economía rusa ronda el 70 por ciento.
El declive petrolero se ha reflejado en una depreciación significativa del rublo, que ayer tocó mínimos históricos. En lo que va del 2016 la moneda rusa ha perdido el 10 por ciento de su valor, la cual impulsa una inflación que supera el 13 por ciento anualizado.