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Las dos economías más grandes del mundo tienen a los países emergentes entre la espada y la pared.
La expectativa de alza de tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, una señal de recuperación, no es el único factor que está disparando la volatilidad financiera internacional.
El banco central de China devaluó su moneda por tercer día consecutivo ayer. La pérdida de valor del yuan en estos tres días ha sido de 4.4 por ciento, una de las caídas más dramáticas en décadas que ha puesto sobre relieve la debilidad reciente de la economía china.
El escenario económico es inédito. El mundo se encuentra de salida de una década en la que las tasas de interés de Estados Unidos, el referente financiero global, se encuentran cercanas a cero. En el 2013, cuando la Reserva Federal dio señas de que daría fin a su programa de inyección de liquidez de 80 mil millones de dólares mensuales (principal política de respuesta a la crisis global de 2008) las economías emergentes sufrieron una súbita salida de capitales y la volatilidad se disparó. Eso sólo fue el principio.
Ahora, el efecto se ha exacerbado. Las divisas emergentes se encuentran en su nivel más bajo frente al dólar de los últimos quince años, el precio de las materias primas presenta una caída generalizada (el petróleo recientemente tocó un mínimo de seis años) y la brecha entre el crecimiento de países emergentes y países desarrollados está en un nivel que no se veía desde 1999.
Además, la salida de capitales en los mercados emergentes y el riesgo de una crisis de cuenta corriente no son la única preocupación para la salud de la frágil economía global.
El semanario The Economist afirma que desde el 2010, las empresas de los países en desarrollo han emitido 1.3 billones de dólares en deuda corporativa. El alza en el valor del dólar vuelve más pesada la deuda denominada en divisas emergentes.
Analistas han expresado que en uno de los peores escenarios posibles, los emergentes enfrentarían una serie de impagos que se traducirían en una crisis de deuda generalizada que sería transmitida a través del sistema financiero. El Banco de Pagos Internacionales, considerado el banco central de los bancos centrales, señala que los países emergentes con la mayor cantidad de deuda corporativa son China, Brasil, Rusia, México y Corea del Sur.
Adiós a la persiana americana
La política monetaria de Estados Unidos ha definido la coyuntura económica global durante la última década. Desde que irrumpió la crisis financiera, las bajas tasas de interés y el programa de compra de activos del banco central inundaron de liquidez al mundo.
Los costos de financiamiento se redujeron dramáticamente y el capital de los inversionistas concentrado en Estados Unidos migró hacia la periferia emergente en busca de mejores rendimientos.
Sin embargo, la reciente recuperación de la economía más grande del mundo ha terminado con la época del crédito fácil. El banco central ha enviado un mensaje reiterativo de que sus políticas laxas son temporales, por lo que la vuelta del país a la senda de crecimiento deberá estar acompañada forzosamente de un regreso a la normalidad monetaria. El Fondo Monetario Internacional espera que la economía estadounidense crezca a una tasa de 3.1 por ciento en 2015 y 2016.
La expectativa de alza de tasas de interés ha repatriado los capitales hacia Estados Unidos, dejando una estela de depreciación en las divisas emergentes, particularmente las exportadoras de materias primas. En los últimos dos años, el dólar se ha apreciado 15 por ciento frente a una canasta ponderada de monedas de sus principales socios comerciales.
En la última encuesta que realizó el diario The Wall Street Journal a un conjunto de economistas, el 82 por ciento de los entrevistados expresó que esperan que la Reserva Federal eleve los tipos de interés en septiembre.
Dragón herido, commodities a la baja
Cuando el banco central de China tomó la decisión de realizar la devaluación más severa del yuan en los últimos veinte años, la medida fue percibida por gran parte del mercado como una muestra de debilidad económica.
A pesar de que el Banco Popular de China indicó que no existían condiciones para una depreciación sostenida de su moneda y que intervendrían en caso de ser necesario, persiste un sentimiento de riesgo en relación a una potencial salida de capitales que pueda poner a la defensiva a la economía mundial.
El debilitamiento de la divisa china favorecerá el sector exportador de China, uno de los componentes más importantes de una economía que se encuentra en franca desaceleración: la tasa de crecimiento anual del último trimestre es la más baja de los últimos 25 años y su sector externo presentó una caída de 8.3 por ciento anual en julio.
No obstante, la pérdida de velocidad de la economía de China es explicada en gran medida por una transición desde un modelo de inversión hacia un modelo de consumo y fortalecimiento del mercado interno.
La percepción de fragilidad de la economía china ha levantado dudas respecto a que si podrá continuar sosteniendo la débil demanda de las materias primas, de cuya exportación depende el crecimiento de una gran parte de los países emergentes.