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Brasil: manos atadas

Las autoridades de política económica de Brasil se están enfrentando a un desastre difícil de remediar, y para colmo lo están haciendo maniatados debido a que sus herramientas tradicionales parecen ser inefectivas e incluso contradictorias.

Los obstáculos provienen de múltiples frentes e interactúan entre sí de forma problemática. Incluyen una economía estancada, una veloz inflación que no muestra señas de desacelerarse, una moneda severamente golpeada y una precaria posición fiscal y de deuda pública.

14.25
por ciento el actual nivel nominal de la tasa de interés de referencia del BCB, el más alto en casi una década
"La política monetaria que estamos reiterando es la estabilidad de (la tasa de interés de referencia) por un periodo suficientemente prolongado (como para lograr reducir la inflación)"
Alexandre TombiniGobernador del Banco
"Estamos tomando todos los pasos necesarios para estabilizar las tendencias de la deuda nacional, una condición necesaria para traer de vuelta la inversión y el crecimiento (a Brasil)"
Joaquim LevyMinistro de Finanzas de Brasil
La estanflación brasileña resulta aún más preocupante debido al deterioro de las finanzas públicas del país y su impacto sobre su política monetaria

Las autoridades de política económica de Brasil se están enfrentando a un desastre difícil de remediar, y para colmo lo están haciendo maniatados debido a que sus herramientas tradicionales parecen ser inefectivas e incluso contradictorias.

Los obstáculos provienen de múltiples frentes e interactúan entre sí de forma problemática. Incluyen una economía estancada, una veloz inflación que no muestra señas de desacelerarse, una moneda severamente golpeada y una precaria posición fiscal y de deuda pública.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé una contracción económica en Brasil de 3 por ciento para este año y de 1 por ciento para el próximo. 

El país se ve arrastrado hacia abajo por la desaceleración económica de China, la cual implica una caída en el volumen y valor de las exportaciones brasileñas de materias primas como petróleo y hierro y en la inversión destinada al gigante sudamericano.

Esta recesión, la peor desde 1930, ha deteriorado las condiciones laborales: la tasa de desempleo brasileña alcanzó un 7.6 por ciento en septiembre (un incremento interanual de 55 por ciento) y en el último año los salarios han registrado un declive real (es decir ajustado a la inflación) de 4.3 por ciento.

Contrario a lo que podría esperarse, este estancamiento no ha hundido la inflación, que en septiembre registró una tasa interanual de 9.49 por ciento – más del doble del objetivo oficial de 4.5 por ciento fijado por el Banco Central de Brasil (BCB).

La inflación se ve impulsada por la depreciación de 59.8 por ciento que el real brasileño ha sufrido en el último año; el real es la moneda emergente con el declive más grande en lo que va del año, según reporta Bloomberg. La caída del real vuelve más costosos los bienes importados, a su vez empujando la inflación hacia arriba.

La revista The Economist reporta que esta situación de estanflación, la peligrosa combinación de estancamiento y alta inflación, resulta aún más preocupante debido a que además de la depreciación del real otro fenómeno parece estar impulsándola: dominancia fiscal.

Finanzas problemáticas

La dominancia fiscal ocurre cuando las finanzas públicas de un país se ven tan deterioradas que socavan la capacidad de su banco central para combatir la inflación.Ciertos datos apoyan este diagnóstico en Brasil. 

La tasa de interés de referencia se ha incrementado encuentra en un nivel nominal de 14.25 por ciento, y en uno real de casi 5 por ciento. En teoría estas tasas tan altas deberían de haber vuelto los activos financieros brasileños más atractivos para los inversionistas, lo cual apreciaría el real y frenaría la inflación.

Esto no sólo no ha sucedido, sino que además las deudas brasileñas se han encarecido en casi un doble en los últimos tres años. 

Las obligaciones públicas del país actualmente representan el 65 por ciento del producto interno bruto (PIB) brasileño (13 puntos porcentuales más que en 2011), y el pago de intereses de estas deudas alcanzará el 8.5 por ciento del PIB este año – un mayor costo de deuda que el de cualquier otra gran economía.

Monica de Bolle, investigadora en el Instituto Peterson de Economía Internacional y profesora en la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro, considera que la tasa de interés de referencia del BCB debería de ser de 2 a 3 puntos porcentuales más alta de lo que es para anclar adecuadamente las expectativas de inflación.

Sin embargo, si esto sucediera los pagos de intereses que el gobierno brasileño tiene que realizar sobre su deuda se incrementarían también, lo cual a su vez incrementaría el riesgo de un incumplimiento de pagos, ahuyentaría a los inversionistas, y depreciaría el real, en última causando una alza en la inflación.

Autoridades paralizadas

Olivier Blanchard, ex-economista en jefe del FMI, indica que la dominancia fiscal en Brasil era mucho más grave durante el último periodo de estanflación que enfrentó el país, en 2002 y 2003.

Hoy en día las tasas de interés reales son menos de la mitad de lo que eran en ese entonces, y la gran mayoría de la deuda brasileña está denominada en reales (anteriormente casi la mitad estaba denominada en dólares, lo cual la volvía más difícil de pagar ante la depreciación del real).

Sin embargo, sigue siendo un hecho que el panorama es complicado para las autoridades económicas brasileñas.

El BCB no puede seguir alzando sus tasas sin reducir aún más el crecimiento económico y presionar las finanzas públicas, y no se prevé que se cumpla su objetivo de inflación sino hasta el 2019. Aún en su nivel actual la política de tasas de interés del BCB es reprobada por un 86 por ciento de los brasileños, según mostró una encuesta realizada por CNI-Ibope.

Por otro lado, la política fiscal tampoco se presenta como una alternativa viable. El balance presupuestario de este año ya incluye un déficit de 9.25 por ciento del PIB (con un déficit primario, antes del pago de intereses, de 0.9 por ciento del PIB), dejando poco espacio para implementar mayores medidas de estímulo.

La política fiscal tampoco parece ser capaz de reducir la onerosa deuda brasileña, ya que la recesión ha reducido severamente los ingresos públicos y la aprobación de dolorosos e impopulares recortes al gasto se ve como algo improbable en un congreso opuesto incluso a las modestas reformas propuestas por el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff.

Sin soluciones fáciles y en medio de un entorno adverso, parece que la cruda del carnaval brasileño será larga y dolorosa.

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