China sigue decepcionando
China se encuentra en un periodo de transición: el modelo económico que lo hizo crecer a tasas de dos dígitos durante la década pasada, basado en la inversión y las exportaciones, está abriendo paso hacia un nuevo paradigma.
Rodrigo Carbajal
China se encuentra en un periodo de transición: el modelo económico que lo hizo crecer a tasas de dos dígitos durante la década pasada, basado en la inversión y las exportaciones, está abriendo paso hacia un nuevo paradigma.
Las autoridades de la segunda mayor economía del mundo reconocen que el futuro de China depende de que ésta transite exitosamente hacia un modelo sostenible, donde el principal motor de crecimiento sea el consumo interno y el sector servicios.
En ese sentido, el gobierno chino emprendió un programa de reformas que, entre otras cosas, se abocó a reducir la producción de los antiguos motores industriales del país.
Estas políticas no han estado exentas de costos. La tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB) se ha reducido constantemente desde que alcanzó su punto máximo en 2007.
Ese año la economía China creció a una tasa de 14.2 por ciento. El año pasado, la expansión del PIB fue de 6.9 por ciento, la más baja en 25 años, y la proyección del Fondo Monetario Internacional (FMI) para 2020 se ubica debajo de la barrera del 6 por ciento.
Esta desaceleración provocó una interrupción intermitente de la transición económica de China. El gobierno recurrió a medidas de estímulo cortoplacistas, principalmente a través de recortes a la tasa de interés de referencia y a devaluaciones artificiales del yuan.
Estas políticas generaron olas de volatilidad en los mercados internacionales, lo que se puso de manifiesto en el “lunes rojo” del 24 de agosto del 2015, en el que el desplome de los mercados de valores chinos se contagió al resto del mundo después de que la moneda de China había sido devaluada dos semanas antes.
No sólo quedó patente el riesgo sistémico que representa la inestabilidad financiera de China para la economía global, sino que obligó a las autoridades económicas a mantener una política de disciplina en la aplicación de las reformas de la transición.
Sin embargo, los costos de estas reformas ya se han vuelto patentes en los principales indicadores de actividad económica. Entre enero y julio de este año, la inversión fija bruta en China presentó su menor tasa de crecimiento desde 1999. Asimismo, en julio, el crédito presentó su menor tasa de expansión en los últimos dos años.
Transición en riesgo
Wang Tao, economista en jefe de China para el banco UBS, dijo a Bloomberg que esta tendencia decreciente dificultaría el cumplimiento de la meta de crecimiento de 6.5 por ciento: “Si la desaceleración se vuelve más pronunciada, volverá a cambiar la prioridad del gobierno hacia la estabilización del crecimiento”.
Jing Li, un economista de HSBC, aseguró al portal Reuters: “A la luz de los constantes vaivenes del sector externo, el débil sentimiento de inversión y un enfriamiento del mercado de propiedades, consideramos que las autoridades de política económica necesitan acelerar las reformas y ciertas medidas de estímulo.”
No obstante, el FMI advirtió la semana pasada en un reporte de 96 páginas respecto de los riesgos que representaría volver a las medidas de estímulo cortoplacistas. El organismo sugiere dejar de lado la política de objetivo de crecimiento, ya que da lugar a “un enfoque de corto plazo en el que florecen las políticas de estímulo de baja calidad.”