Resulta una de las ironías más notables de los que tenga memoria.
Los que manejan la Fundación Nobel, genios encargados de dotar de premios a los investigadores más importantes del mundo, se han equivocado en sus decisiones de inversión.
El fondo que maneja la Fundación Nobel en Suecia proviene del dinero que el inventor de la dinamita, Alfred Nobel, dejó en su herencia en 1895, para premiar cada año a los mejores logros en física, química, medicina, literatura y paz.
En 1968 se estableció el Premio de Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas, que es conocido como el Nobel de los economistas.
Desde 1949, el valor real del premio no había sufrido cambios.
Para que esto sucediera, es obvio que los retornos en las inversiones del fondo debían ser mayores al menos a la inflación del dólar, moneda en la cual se hacen las inversiones.
Sin embargo, al parecer ni los más sabios asesores de la fundación lograron escapar de las pérdidas que imperan en los mercados hoy en día.
El pasado 11 de junio anunciaron que el estímulo monetario del premio sería reducido en aproximadamente 20 por ciento, es decir, de 1.4 millones de dólares a 1.1 millones.
Según la propia fundación, ésto es resultado de los pobres retornos que han logrado en su portafolio de inversiones, que está valuado en 419 millones de dólares, y que perdió 8 por ciento desde el año pasado.
Considerando que más del 80 por ciento de los premios han ido para organizaciones o investigadores en países desarrollados, no parece ser gran problema para los futuros ganadores.
Además, es bien conocido que el premio monetario es solo la punta del iceberg en cuanto a ganancias se refiere.
Ganar un premio Nobel te vuelve un escritor bestseller o codiciado conferencista de la noche a la mañana, actividades que a la larga traen mucho más dinero.