Cruda brasileña

La época de oro de la economía brasileña quedó en el olvido. El país se enfrenta a un ola de problemas que amenaza con hundir su crecimiento.

En los últimos años, la tasa de crecimiento anual promedio de Brasil ha sido de 1.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), un desempeño decepcionante bajo cualquier parámetro, y se espera que este año el país sufra una contracción, es decir, que su PIB se reduzca aproximadamente 0.5 por ciento.

Alejandro Dabdoub Alejandro Dabdoub Publicado el
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horas el tiempo promedio que tiene que invertir una empresa en México al año para administrar sus pagos de impuesto
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La época de oro de la economía brasileña quedó en el olvido. El país se enfrenta a un ola de problemas que amenaza con hundir su crecimiento.

En los últimos años, la tasa de crecimiento anual promedio de Brasil ha sido de 1.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), un desempeño decepcionante bajo cualquier parámetro, y se espera que este año el país sufra una contracción, es decir, que su PIB se reduzca aproximadamente 0.5 por ciento.

Sin importar este bajo crecimiento, el gasto público ha aumentado con el déficit público llegando el año pasado al 6.75 por ciento del PIB. Mientras tanto, la tasa de inflación se ubica en el 7.4 por ciento.

El valor del real, la moneda en curso legal del país, ha caído alrededor de un 30 por ciento frente al dólar desde mayo del 2013 y las inversiones han caído alrededor del 8 por ciento y se espera que pueda seguir empeorando.

De acuerdo con la revista The Economist, el gobierno brasileño de la presidenta Dilma Rousseff no es lo suficientemente fuerte como para combatir estos problemas.

El año pasado Rousseff ganó la reelección presidencial por un estrecho margen de votos y  desde entonces su popularidad ha caído más debido a los escándalos en torno a Petrobras, el gigante petrolero controlado por el Estado.

Aunque quisiera implementar las soluciones adecuadas, no tienen muchas opciones posibles. Una de las mayores armas para combatir el estancamiento es reduciendo las tasas de interés de referencia del banco central para adoptar una política fiscal laxa.

Pero esto dejó de ser una opción debido a que en los últimos años el banco central ha cedido a las presiones del poder ejecutivo e ignorado sus metas de inflación.

La decisión del banco central de recortar la tasa de interés entre el 2011 y el 2012 es calificada por The Economist como irresponsable debido a que la inflación se encontraba todavía por encima de su objetivo.

Ahora las autoridades brasileñas no tienen espacio para maniobrar en momentos especialmente complicados.

El fracaso de la izquierda

Parte de los problemas a los que se enfrenta Brasil en estos momentos son producto de varios años en los que el Gobierno impulsó grandes programas de ayuda social.

Durante más de una década el Partido de los Trabajadores ha gobernado gracias al apoyo conseguido a través de medidas populistas.

Pero esta misma carta fuerte del partido se puede convertir en su tumba si no realizan un cambio. La misma administración de Rousseff parece haber reconocido que deben tomar políticas más amigables para los mercados.

El nuevo ministro de finanzas, Joaquim Levy, es uno de los pocos economistas brasileños que defienden el liberalismo económico. La elección de Levy por el gobierno de Rousseff, quien estudio en Estados Unidos, hubiera parecido imposible antes.

La presión por parte del electorado por un cambio verdadero de políticas ha crecido. En los últimos años se han multiplicado el número de organizaciones de ideología liberal y la estrecha contienda que luchó Dilma el año pasado contra su contrincantes de derecha lleva a replantear el trabajo del Gobierno.

Pocas empresas grandes

Una de las características económicas que más destacan de Brasil es su falta de grandes empresas internacionales.

A pesar de que el país latinoamericano representa alrededor del 3 por ciento de la población del mundo y el 3 por ciento de su producción, participa muy poco en el número de grandes empresas.

De acuerdo con The Economist, sólo el 1.4 por ciento de las 500 empresas más importantes del mundo listadas por Fortune son brasileñas.

Esta discrepancia entre el tamaño de su economía y el número de grandes corporaciones se debe a una serie de problemas regulatorios.

Brasil es uno de los países donde es más complicado abrir y mantener un negocio. Las empresas son agobiadas por un marco regulatorio complicado e innecesario.

El Banco Mundial afirma que una empresa mediana en Brasil tiene que invertir alrededor de 2 mil 600 horas al año para poder cumplir cabalmente con sus impuestos, mientras que en México, país con un complicado sistema tributario, pasan sólo 330 horas.

Para compensar esta carga, el Gobierno ofrece grandes subsidios a ciertos sectores, pero a la largo ha convertido a estas empresas en ineficientes a nivel mundial.

Ahora la empresa estrella del país, Petrobras, está envuelta en un escándalo de corrupción que redujo la calificación de sus bonos a basura.

Para combatir el desaceleramiento económico, es necesaria una reforma estructural a gran escala sobre regulaciones a empresas.

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