La primera reacción que se tiene ante los problemas, sobre todo al momento de buscar un trabajo, es pedir ayuda a la gente más cercana que nos rodea.
Sin embargo, las personas con las que menos convivimos, nuestros “conocidos”, suelen ser más aptos para ayudarnos.
Un estudio realizado por el sociólogo Mark Granovetter muestra que es más probable que las personas consigan un nuevo trabajo con la ayuda de sus conocidos, que a través de amigos cercanos o familiares.
Una posible causa puede ser que las personas tienen más conocidos que amigos, por lo que la probabilidad de que sean ayudados por los primeros es mayor. La evidencia sugiere que los amigos cercanos suelen otorgar consejos redundantes e inútiles porque tienen los mismos contactos e información que nosotros.
Por otro lado, nuestros conocidos son personas que se mueven en diferentes círculos y conocen cosas a las que somos ajenos. Este rasgo marca la diferencia al momento de buscar un trabajo.
El problema de pedir ayuda a un conocido es la falta de confianza. Al tratar con una persona que apenas conocemos es más difícil mostrar nuestro lado débil y esperar que te apoyen sin una buena razón. Sin embargo, existe otra opción: los viejos amigos.
En una encuesta realizada en el 2011, cientos de ejecutivos exitosos opinaron que los contactos que han probado ser más valiosos en su trabajo han sido sus viejos amigos por encima de sus familiares, amistades cercanas o conocidos.
Con el paso de los años, los amigos toman caminos separados y se mueven en círculos diferentes. Cuando llega el momento del reencuentro, los viejos amigos tienen todos los beneficios de los conocidos sin que exista una barrera de confianza. A través de las redes sociales ahora es más fácil que nunca reencontrarse con esas personas indicadas.