Los mercados petroleros amanecieron ayer bajo la nube de la decepción, hundidos por la vieja rivalidad entre dos de los mayores productores del mundo: Arabia Saudita e Irán, ambos miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
En las últimas semanas había prevalecido el optimismo ante la posibilidad de un acuerdo entre algunos de los principales países petroleros, incluyendo líderes de la OPEP como Arabia Saudita y productores externos como Rusia, para congelar sus niveles de extracción de crudo, reducir la sobreoferta global y así impulsar los precios.
A partir de que a mediados de febrero se revelaron detalles de esta reunión, celebrada el domingo en Doha, Catar, los precios petroleros se incrementaron casi 40 por ciento, impulsados por la posibilidad de la primera coordinación en políticas de producción entre la OPEP y otros países en los últimos 15 años.
Sin embargo aún después de que las negociaciones entre los 16 países asistentes, representando en conjunto alrededor de la mitad de la producción petrolera global, se prolongaron durante más de 10 horas, la reunión de Doha no trajo el resultado esperado al no lograr producir un acuerdo.
Irán se rehusó a asistir, rechazando la posibilidad de congelar su producción cuando ésta apenas se está recuperando tras años de sanciones económicas. Arabia Saudita respondió exigiendo la adherencia de todos los miembros de la OPEP como condición a un cacuerdo potencial.
Sin la participación de ambos, el acuerdo se vino abajo, postergando cualquier posibilidad de negociaciones amplias y efectivas hasta la reunión de la OPEP planeada para el 02 de junio de este año.
Reacción a la baja
Previo al fin de semana, analistas del banco Citigroup habían advertido que la prolongada y alta expectativa que pesaba sobre la reunión de Doha implicaba que si las negociaciones fallaban el impacto sobre los precios petroleros sería “bastante severo”.
Avalando este pronóstico, cuando los mercados abrieron posterior a la reunión se registró un declive de 7 por ciento en el precio del Brent, barril de crudo de referencia internacional.
“Las negociaciones del fin de semana son una demostración de que el gobierno saudí (…) no quiere ceder participación de mercado”, dijo Ed Morse, director de investigación de commodities de Citigroup, en entrevista con Bloomberg.
“(Los saudíes) temen que el mundo se encontrará en un mercado débil o bajista por un largo periodo de tiempo. En un mercado bajista, como aprendieron en los ochenta, si ceden participación de mercado es muy difícil recuperarla”, explicó Morse.
Kuwait al rescate
El declive pesimista de precios resultante del fracaso de Doha ha sido parcialmente compensado por eventos en otro miembro de la OPEP: Kuwait, el cuarto mayor productor del cártel energético.
Una huelga generalizada que comenzó el domingo ha recortado en 60 por ciento la producción petrolera del país del Golfo Pérsico.
Este recorte de 1.7 millones de barriles diarios es suficiente para rebasar el nivel promedio de sobreabasto global de crudo registrado en la primera mitad de este año.
Este golpe a la sobreoferta redujo parte del impacto negativo de Doha durante la jornada de ayer, según indicó Mike Wittner, director de mercados petroleros en el banco Société Générale.
“Si la pérdida potencial de oferta de crudo de Kuwait es sostenida durante suficiente tiempo, eso es aproximadamente equivalente a las actuales estimaciones de crecimiento de inventarios globales (de crudo) durante el segundo trimestre”, dijo Harry Tchilinguirian, director de estrategia de commodities de BNP Paribas, en entrevista con Bloomberg.
“Por supuesto, hay un gran ‘si’ en términos de cuánto durará la huelga”, agregó el analista. 
Bomba energética
El fracaso de Doha, y el escenario prolongado de bajos precios que implica, está levantando temores más allá del sector energético gracias a los 2.5 billones de dólares que deben las empresas de este rubro.
Esta gigantesca pila de deuda es vista como uno de los mayores riesgos al sistema financiero global, en medida que los bajos precios empujan a empresas grandes y pequeñas a la insolvencia y el incumplimiento de pagos, golpeando con pérdidas a los bancos e inversionistas que las financiaron.
Este fenómeno ya se volvió patente en los reportes de resultados de los mayores bancos estadounidenses.
En la última semana JPMorgan-Chase, Wells Fargo y Bank of America señalaron la debilidad del sector energético y el efecto negativo que esto tiene sobre el pago de las deudas como uno de los principales factores que presionaron sus propios ingresos en el primer trimestre del año.
Sin un acuerdo entre los países productores de petróleo ni cambios fundamentales en el mercado, es probable que el dolor continúe extendiéndose en los próximos meses.