Desencanto refinero
La construcción de la nueva refinería de Dos Bocas a cargo de Pemex y Sener genera preocupación, ya que las probabilidades de éxito son escasas y una mala ejecución pondría en riesgo la calificación de la petrolera mexicana
Nayeli Meza OrozcoEl futuro de Dos Bocas en Tabasco es incierto. El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que el proceso de licitación para la construcción de la refinería quedó desértico, por lo tanto la coordinación, administración y supervisión de la obra quedará en manos de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Secretaría de Energía (Sener).
El desarrollo del proyecto, cuya inversión será de 160 mil millones de pesos e iniciará su construcción el próximo 2 de junio, provoca incertidumbre entre la cúpula empresarial y algunos analistas, ya que una mala ejecución pondría en riesgo la ya deteriorada calificación de la petrolera, así como el presupuesto para el próximo año.
Uno de los mayores obstáculos que se ven en el horizonte es el tiempo que la Cuarta Transformación estableció para concluir la séptima refinería en el país: tres años. Al comparar el proyecto con otros de características de infraestructura similares el periodo resulta insuficiente para alcanzar la meta.
La refinería Comperj, en Brasil, tardó 15 años en construirse, en tanto que Sturgeon NWR, en Canadá, aproximadamente siete años.
Alejandro Limón, investigador de Energía y Finanzas Públicas del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), reconoce que en este momento es muy arriesgado que Pemex asuma la responsabilidad de este magno proyecto dada su condición financiera y su carga fiscal.
“La actual situación de Pemex puede salirse de control si no se toman las medidas adecuadas para blindar a la empresa, además en este momento existen otras prioridades en el país antes que construir una nueva refinería, lo mejor sería garantizar la seguridad energética con la reconfiguración de las seis refinerías que ya existen”, explica el analista.
En el proceso de licitación participaron cuatro empresas, de las cuales, según el presidente López Obrador, tres incumplieron con las bases solicitadas y la cuarta manifestó su declinación a participar en el proceso.
Uno de los factores que más ruido provoca es que hasta la fecha los documentos de la convocatoria, así como un proyecto ejecutivo no se han dado a conocer en ninguna página oficial. Por lo tanto la única información con la que se cuenta es la que tanto el presidente como los titulares de Pemex y Sener han dado a conocer en diversas conferencias.
El negocio de las refinerías en México lleva años mostrando una tendencia a la baja desde 2013. En la actualidad, las seis refinerías existentes en el país operan a un 30 por ciento de su capacidad y la caída parece no tener freno, de acuerdo con datos del Sistema de Información Energética-Pemex.
Este declive es resultado de factores asociados con los bajos márgenes de refinación, la baja utilización de la capacidad instalada y el estancamiento de la inversión pública en la infraestructura del Sistema Nacional de Refinación (SNR).
Gonzalo Monroy, director general de la consultoría GMEC, opina que en caso de que en algún momento la administración se dé cuenta de que no puede sacar adelante el proyecto antes de cancelarlo optará por subcontratar a las empresas que originalmente levantaron la mano durante el proceso de licitación.
Ambos analistas coinciden en que si el gobierno se mantiene firme con el desarrollo del proyecto, existe el riesgo de que para el ejercicio fiscal 2020 se realicen nuevos ajustes al paquete económico, ya que sus esfuerzos estarán enfocados en esto.
Dejar huella
En los últimos sexenios, los mandatarios mexicanos han buscado dejar su huella con el desarrollo de proyectos de infraestructura. Sin embargo, en el caso del presidente López Obrador este deseo no se reduce solo a uno, sino a varios: Tren Maya, Santa Lucía y Dos Bocas.
Alejandro Limón considera que el riesgo no es que la lista sea mucho mayor, sino que no se cuente con empresas especializadas para ejecutar este tipo de proyectos, sin dejar de lado que la realidad energética del país no será la misma dentro de unos años cuando se pongan en marcha.
“Se debe analizar si vale la pena construir estos proyectos, pues se pueden quedar como activos varados por la misma transición energética mundial”.