El regreso del peso
Este año, el valor del peso frente al dólar ha enfrentado uno de los episodios de volatilidad más significativos desde que se liberalizó el régimen cambiario después del error de diciembre de 1994.
Rodrigo Carbajal
Este año, el valor del peso frente al dólar ha enfrentado uno de los episodios de volatilidad más significativos desde que se liberalizó el régimen cambiario después del error de diciembre de 1994.
A finales del mes pasado, el tipo de cambio interbancario alcanzó un máximo histórico de 19.87 pesos por dólar. El 26 de septiembre, tras la conclusión del primer debate presidencial en Estados Unidos, la tendencia de depreciación de la moneda mexicana llegó a un punto de inflexión. Desde entonces, el valor del peso frente al dólar ha crecido casi 5 por ciento.
La trayectoria ascendente de la divisa nacional coincide con un marcado deterioro de las preferencias electorales del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. El 26 de septiembre, el modelo de predicción basado en encuestas del sitio Five Thirty Eight otorgaba a Trump una probabilidad de ganar las elecciones de 44 por ciento. Actualmente, la cifra se ubica debajo del 17 por ciento.
La correlación entre la estimación de las preferencias electorales del candidato republicano y el tipo de cambio pesos por dólar es innegable. Sin embargo, el comportamiento de la moneda mexicana, la octava divisa global con mayor liquidez, responde a una amplia baraja de factores, internos y externos.
Analistas refieren que el precio del petróleo, el proceso de consolidación de las finanzas públicas domésticas, el riesgo de un alza de tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos y el nivel de liquidez de la divisa juegan un rol relevante en la determinación del tipo de cambio.
Optimismo electoral
Agustín Carstens, gobernador de Banco de México, ha sostenido de manera reiterada que el peso se encuentra subvaluado. Bajo su óptica, el valor de la moneda mexicana no se encuentra en línea con la solidez de los fundamentos macroeconómicos del país.
Ante la reciente apreciación del peso frente al dólar, la postura de Carstens comienza a ganar adeptos en el mercado.
El banco Nomura espera que el tipo de cambio baje hasta los 17.30 pesos por dólar en caso de que la candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton, gane las elecciones el 6 de noviembre.
“Hay otra docena de razones por las que me gusta México, pero Trump vuelve todo mucho más sencillo”, dijo Daniel Freifeld, socio del fondo de inversión Callaway, al portal Bloomberg.
Itaú, un banco brasileño, también espera que el tipo de cambio se encuentre cerca de los 17.50 pesos por dólar en los próximos meses.
Estos pronósticos contrastan fuertemente con la mediana de las expectativas de los especialistas en economía del sector privado que son consultados mensualmente por Banco de México: 18.90 pesos por dólar para final del año.
Riesgos a la vista
El peso es una de las monedas más sensibles a un cambio repentino en el sentimiento de los inversionistas. Esto se ha vuelto patente en episodios de volatilidad recientes.
El 23 de junio, cuando la decisión de Reino Unido de salir de la Unión Europea irrumpió a los mercados financieros, las autoridades de política económica de México optaron por montar una defensa del peso que incluyó un aumento de 50 puntos base en la tasa de interés de referencia del banco central y un recorte al gasto público.
Semanas después, el entonces secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, declararía que México es un país que tiene que ganarse la confianza de los mercados todos los días.
El estigma de que el peso se ha convertido en una medida de riesgo emergente y, por lo tanto, un activo de cobertura, aún pesa en el balance de riesgos del tipo de cambio.
Un cambio drástico en el sentimiento de los inversionistas haría del peso mexicano su primera víctima.
Banco de México es consciente de esta posibilidad. Esta semana, Agustín Carstens dijo que, en caso de un shock externo, el banco central consideraría utilizar la línea de crédito flexible de 90 mil millones que el Fondo Monetaria Internacional (FMI) le ha extendido a México.
La política económica se mantiene a la defensiva para neutralizar dos de los riesgos más evidentes para la salud macroeconómica del país.
Por un lado, en los últimos 10 meses, el banco central ha elevado la tasa de referencia en 175 puntos base. Este ciclo alcista pretende adelantarse a cualquier movimiento de la tasa de interés de referencia en Estados Unidos, a la cual los activos mexicanos son altamente reactivos.
Por otra parte, la política fiscal se juega su credibilidad. En aras de mantener la calificación crediticia de grado de inversión de la deuda soberana, cuya perspectiva ha sido rebajada un escalón por parte de dos firmas calificadoras este año, el gobierno deberá cumplir su objetivo de alcanzar un superávit fiscal primario en el 2017.