El G-20, que reúne a las 20 economías más relevantes del planeta, ha perdido la influencia que le era característica en sus años iniciales, cuando se tomaron medidas para evitar el colapso de la economía global después de la irrupción de la crisis financiera.
Ahora, en un momento en el que el estancamiento crónico del comercio internacional y una nueva normalidad de bajo crecimiento marcan la pauta en la narrativa económica mundial, los líderes del G-20 se reúnen en una cumbre, celebrada en China, que pretende devolverle protagonismo al grupo.
Pocos ven con optimismo que las prioridades inscritas en el discurso del G-20 de estimular la inversión y el comercio internacional puedan transformarse en políticas económicas concretas.
En el 2014, el Banco Central Europeo publicó un reporte en el que se concluyó que, en el mejor de los casos, las reuniones del G-20 habían tenido “un impacto moderado en el desarrollo de los mercados”, incluso en los puntos más álgidos de la crisis financiera.
Global Trade Alert, una organización no gubernamental abocada a la promoción del libre comercio, emitió una reporte en el que se evalúan las políticas públicas aplicadas por los países miembro del G-20, diferenciando entre las medidas de corte restrictivo y las medidas de liberalización.
Simon Evenett, director de Global Trade Alert y académico de la Universidad de St. Gallen en Reino
Unido, califica el balance de las medidas restrictivas y de liberalización del G-20 como miserable.
“El gran objetivo del G-20 es el de restaurar el crecimiento, por lo que se tiene que priorizar la inversión. Pero, los gobiernos están distorsionando el comercio de los bienes de inversión mucho más de lo que lo están liberando”.
El reporte señala que en el 2016, los gobiernos del G-20 han implementado más de 800 medidas restrictivas y menos de 50 medidas de liberalización. Mientras que el volumen de las políticas de desregulación se ha mantenido estable desde el 2009.
De acuerdo a Evenett, esto se ha reflejado en que, desde el 2008, se presente una baja consistente en la inversión extranjera directa en términos reales.
La crítica de Global Trade Alert ocurre en un contexto en el que las economías avanzadas no han podido recuperar sus niveles de crecimiento previos a la crisis global. En ese sentido, el G-20 ha emergido como una de las voces que propugnan por la implementación de medidas fiscales expansivas que estimulen la actividad económica.
Realidad adversa
No obstante, estas recomendaciones no han sido atendidas a cabalidad. El consenso de analistas considera que la parálisis política ha impedido el desarrollo de programas fiscales y reformas estructurales necesarios para propiciar condiciones óptimas de crecimiento.
Frente a la parálisis, la política monetaria de los principales bancos centrales del mundo se ha convertido en el único mecanismo relevante para dirigir la recuperación económica en el periodo poscrisis.
El problema de este escenario, según expresan voces como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), es que los esfuerzos de la política monetaria ya alcanzaron su límite.
La Reserva Federal de Estados Unidos, el BCE, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón mantienen su tasa de interés de referencia cerca de mínimos históricos, lo que ha repercutido en un fenómeno sin precedentes cuyas implicaciones aún no son claras: gran parte de los bonos soberanos de estos países registran tasas de interés negativas.
Además, se advierte que mantener las tasas de interés en niveles cercanos a cero representa un riesgo dado que, en caso de que se presente una recesión futura, la política monetaria no tendrá espacio para recortar los tipos de interés como medida de estímulo.
Esta coyuntura abre la puerta para que el G-20 retome su agenda pro crecimiento y ejerza influencia real sobre las políticas económicas de sus países miembro.
Pese al escepticismo generalizado, Jack Lew, secretario del Tesoro de Estados Unidos, dijo, previo a la Cumbre del G-20 en China, que la visión estadounidense de aplicar medidas fiscales expansivas se había asentado como consenso en el debate de austeridad contra crecimiento.
Lew expresó que dicha visión, que implica un incremento del gasto público y/o reducciones de impuestos, se ha transformado en medidas concretas en Canadá, Japón, China, Corea del Sur y partes de Europa.
“El G-20 ya no está debatiendo el tema de crecimiento contra austeridad, sino cuál es la mejor manera de emplear política fiscal para apuntalar nuestras economías”.
La crítica del FMI
Sin embargo, la percepción de Lew difiere con la última recomendación que le hizo el FMI al G-20.
El organismo multilateral publicó un documento previo a la reunión del G-20 en el que insiste en la necesidad de que los gobiernos tomen la iniciativa para estimular el crecimiento mediante una combinación óptima de política fiscal, monetaria y reformas estructurales.
El reporte incluye un sombrío pronóstico para le economía global, donde se proyecta un debilitamiento del comercio internacional, de la actividad económica, una desaceleración en EU e inestabilidad en los mercados emergentes.
En suma, el FMI revisó al alza el balance de riesgos para la economía mundial, así como una peligrosa tendencia contra el avance de la globalización.
“El péndulo político amenaza con balancearse en contra de la apertura económica, de modo que, sin acciones sustanciales y concretas, el mundo podría sufrir un crecimiento decepcionante por mucho tiempo”, refirióChristine Lagarde, director gerente del FMI.