La política económica del Estado mexicano ha seguido una línea común desde que el país salió de la recesión que sucedió al llamado error de diciembre de 1994. México se ha consolidado como un país con sólidos fundamentos macroeconómicos, manteniendo un nivel de inflación inferior al del objetivo del banco central y un déficit fiscal relativamente bajo, en comparación con economías de tamaño similar.
Esto es resultado de una postura oficial en la que la política económica ha privilegiado la estabilidad sobre el crecimiento. En los últimos treinta años, la tasa de crecimiento anual promedio del producto interno bruto (PIB) ha sido de alrededor de 2.3 por ciento. La cifra contrasta con los episodios de alto crecimiento de sus similares emergentes en la década pasada.
Sin embargo, para los organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, México se ha convertido en un referente de estabilidad macroeconómica. Esto ha sido reconocido en más de una vez en los reportes e intervenciones públicas de los funcionarios de primer nivel de estas instituciones.
Ayer, durante la presentación del reporte “Perspectivas de empleo 2016”, Gabriela Ramos, directora de gabinete de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), dijo que México contaba con un marco macroeconómico fuerte para “navegar aguas muy turbulentas”.
No obstante, la estabilidad macroeconómica no ha estado exenta de costos. El informe de perspectivas de empleo de la OCDE presenta una crítica al deterioro del mercado laboral en México.
En relación a los niveles previos a la crisis financiera global de 2008, los salarios y el nivel de empleo respecto a la población total han disminuido. En el 2007, el 61 por ciento de la población estaba empleada. La cifra se redujo a 58 por ciento en el último trimestre del 2015.
Asimismo, el reporte confirmó el diagnóstico de la Comisión Nacional de la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) de que el salario ha seguido una tendencia descendente en los últimos años. De acuerdo a la OCDE, entre 2007 y el 2015 los salarios cayeron 1 por ciento. Esto contrasta con el crecimiento salarial de 2.3 por ciento anual promedio que reportó el organismo para el periodo 2000 a 2007.
Crítica laboral
En una videoconferencia desde París, Ramos expresó su preocupación respecto a la calidad del empleo y la dinámica del salario en México. El bajo crecimiento de la productividad, el aumento de la desigualdad laboral y la débil recuperación salarial fueron señalados como factores que abonan a la narrativa de deterioro en el mercado laboral.
“La productividad laboral en México es plana, no ha habido ningún cambio con la reforma laboral y eso mantiene al país como el tercero con el salario mínimo más bajo dentro de los miembros de la OCDE, aún cuando es uno de los países en los que más horas se trabajan” señaló Ramos.
Aunque México presenta una tasa de desempleo de 4.2 por ciento, debajo de la media de la OCDE, ésta no considera que el 57.4 por ciento de la población se encuentra en la economía informal. Este sector presenta las tasas más bajas de productividad, por lo que el crecimiento salarial es prácticamente nulo.
La situación tampoco es sustancialmente mejor en el sector formal de la economía. La Encuesta de Ingreso Gasto de los Hogares que realiza el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) indica que el 78 por ciento de los trabajadores mexicanos gana menos de tres salarios mínimos diarios.
Cabe señalar que el salario mínimo en México es el más bajo de América Latina, según estimaciones de Coneval.
Blindaje mexicano
El bajo crecimiento del PIB y el estancamiento salarial endémico parten de la aplicación de una política económica apegada a la ortodoxia económica. Sin embargo, en un momento en el que la narrativa económica global de la poscrisis está marcada por episodios constantes de incertidumbre, la estabilidad macroeconómica representa un blindaje frente a choques externos.
Aunque el país no presentó las altas tasas de crecimiento que registraron sus contrapartes emergentes en la década pasada, países como Argentina, Brasil, Rusia y Sudáfrica se encuentran en una fase de desaceleración y están expuestos a la turbulencia en los mercados financieros.
En cambio, México ha procurado mantener un tipo de cambio flexible que absorba los choques externos y actúe como una válvula de escape para que el impacto no se resienta en la economía real. En los últimos dos años, el peso se ha depreciado 44 por ciento frente al dólar. Aún así, la inflación apenas registra un crecimiento anual de 2.54 por ciento
Además, la política económica mexicana ha asumido una postura a la defensiva frente a un incremento en el balance de riesgos que provienen del exterior.
A pesar de que los indicadores de consumo, inversión y sector externo proyectan una desaceleración de la actividad económica, las principales herramientas del gobierno en materia económica para este año han sido un recorte fiscal de 163 mil millones de pesos y un alza de cien puntos base en la tasa de interés de referencia.