Además de alarmar con su retórica en los últimos días, el presidente de Corea del Norte, Kim Jong-un, ha hecho evidente el profundo contraste económico de las dos Coreas.
Tras la devastación causada por la Guerra Coreana en los años 50, los países hermanos de Corea del Sur y el Norte decidieron irse por lados opuestos.
Desde entonces, el ingreso por persona en el Sur se ha incrementado a pasos envidiados por muchos países. De 1962 a 1980, el PIB pasó de tan sólo 87 dólares por persona a 2 mil 340, de acuerdo con datos del Banco Mundial.
A partir de entonces, el crecimiento fue aún mayor, llegando a más de 30 mil dólares por persona en el 2012, unas 12 veces más que en 1980.
¿Qué hizo que un país devastado por la guerra y con una amenaza latente de invasión pueda superar en ingreso a su vecino de manera tan disparada?
Exportar y acaparar
Todo comenzó con el primer Plan de Cinco Años, un programa de desarrollo impulsado por el gobierno federal en 1962.
Los académicos de la Universidad de Kangwon, una de las más importantes en el país, han identificado a esta etapa como una enfocada fuertemente en la exportación.
La filosofía en ese entonces era que las empresas debían ser grandes y exportar lo más posible, con el fin de acaparar mercado mundial.
De acuerdo con una investigación, donde el sector privado no podía invertir, por ser pequeño, el Estado usó grandes recursos para hacerlo.
El gobierno de pronto se volvió dominante, característica quizás compartida con sus vecinos del Norte. Pero a diferencia de ellos, en Corea del Sur el énfasis estuvo en crecimiento económico, más que poder, armamento o inclusive dogma.
Por ejemplo, a diferencia de los estados latinoamericanos en esa época, que también buscaron crecer mediante el sector externo, Corea del Sur no descartó a las importaciones.
A las empresas más grandes del país, que estaban sujetas a estrictas cuotas de exportación, les era permitido importar grandes cantidades de materias primas sin aranceles o pagando pocos impuestos.
Las empresas que no llegaban a sus metas, simplemente caían en desfavor del gobierno y perdían sus privilegios, cosa que rara vez sucedió en países latinos.
60 años después…
El impulso a los grandes corporativos es evidente aun hoy en día.
Corea del Sur actualmente tiene más empresas entre las 500 más grandes del mundo que Australia, Canadá e Italia. Tan sólo la empresa más grande del país, la gigante de electrónicos Samsung, tiene una capitalización de mercado más grande que todo el PIB de Perú y más del doble de Puerto Rico.
En esa empresa, como en la tradición política del país, dominan las jerarquías por encima de la meritocracia observada en el occidente. La orientación que el director decide tomar es adoptada inmediatamente, sin preguntas.
De acuerdo con un artículo en Bloomberg Newsweek, el actual presidente del consejo de Samsung, el veterano de 71 años, Lee Kun Hee, continúa dirigiendo a la empresa con la opacidad de los años 60.
Y al parece funcionar: el viernes Samsung reportó ganancias de 7 mil 700 millones de dólares, un resultado por encima de lo estimado y 53 por ciento mayor al año pasado.
Hoy por hoy es la empresa de electrónicos más grande en el mundo por ingresos, vendiendo 179 mil millones de dólares el año pasado.
Pero a pesar del éxito, Kun Hee no genera tanta emoción mediática como alguna vez lo hizo Steve Jobs, o admiración ejecutiva como la que provocó Akio Morita con Sony.
Poco es conocido de su director general, que desde que tomó el control de Samsung en 1987, ha llevado a la empresa por un sendero de crecimiento que el gobierno surcoreano ha avalado silenciosamente. Actualmente, todo el conglomerado genera el 17 por ciento del PIB de Corea del Sur.
Algo parecido ha sucedido con otras gigantes coreanas, como LG Electronics, Hyundai y Kia. El mercado accionario de Corea del Sur, medido a través del índice KOSPI, ha incrementado 150 por ciento en lo últimos 15 años, aunque ha caído 5 por ciento en el último año, golpeado por la crisis de demanda en el occidente.
Ying y Yang
La historia económica de Corea del Sur, como el símbolo en su bandera, tiene su lado bueno y su lado malo.
Por ejemplo, unos argumentan que el impulso hacia los grandes jugadores necesariamente implicó que pronto algunas empresas se hicieron enormes competidores en el mundo, pero se crearon pocas nuevas, lo que concentró el mercado doméstico mucho más que sus vecinos como Japón o Taiwán.
Otros cuestionan que si bien Corea del Norte y Sur invirtieron fuertemente en defensa, la ayuda militar estadounidense propició un cierto alivio a las autoridades del Sur, que pudieron concentrarse en su economía local.
Pero tras un peculiar experimento natural de 60 años, en el que un pueblo con características culturales similares fue dividido por una línea imaginaria y miles de soldados, los resultados son evidentes: la apertura y tenacidad del Sur prevalecieron económicamente por sobre la paranoica actitud del régimen en el Norte.