La misión de Temer es crucial para devolverle el dinamismo a Brasil y a Latinoamérica Michel Temer, el presidente interino a cargo del gobierno de Brasil mientras procede el juicio político de la presidenta Dilma Rousseff, tiene como tarea principal reparar la emproblemada economía brasileña, la cual enfrenta su peor crisis desde la Gran Depresión.
Pero aunque los planes de Temer hasta ahora muestran un mejor desempeño que los de Rousseff, volver a echar a andar el motor de la mayor economía de Latinoamérica es un reto de gran magnitud, y lograr que su aceleración sea sustentable se ve aún más difícil.
La misión de Temer es crucial para devolverle el dinamismo a Latinoamérica. El Banco Mundial (BM) advierte que la recesión brasileña “aún no toca fondo y podría durar más de lo esperado debido a incertidumbres políticas y desbalances macroeconómicos persistentes. Hay un riesgo adicional de que (la recesión) salpique a otros países de la región”.
Negro panorama…
Durante el 2015 el producto interno bruto (PIB) de Brasil sufrió una contracción de 3.8 por ciento, la más grande desde 1990.
En este rubro las cosas no pintan mejor para este año o el próximo, ya que el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé otra caída de 3.8 por ciento en 2016 y un estancamiento total en 2017, mientras que el BM pronostica declives respectivos de 4 y 0.2 por ciento.
El resultado de esta recesión en los últimos dos años ha sido un incremento de alrededor de 4 millones en el número de personas sin empleo, empujando la tasa de desempleo a un máximo de 11.2 por ciento. Se trata “francamente de una depresión”, en palabras de Alberto M. Ramos, director de investigación económica para Latinoamérica en el banco Goldman Sachs.
Por si fuera poco, las autoridades brasileñas tienen que lidiar con una complicación adicional: estanflación, la combinación de un estancamiento o contracción económica con un alto nivel de inflación.
La depreciación de 27 por ciento que el real ha sufrido frente al dólar desde el cierre del 2014 hasta la fecha ha impulsado fuertes aumentos en el nivel de precios. La tasa de inflación anualizada registrada durante mayo fue de 9.32 por ciento – más del doble del objetivo de 4.5 por ciento fijado por el Banco Central de Brasil (BCB).
…Y manos atadas
Dificultando aún más las cosas para el gobierno de Temer, las finanzas públicas de Brasil se han deteriorado significativamente, impidiendo una inyección sostenible de estímulo fiscal para impulsar a la economía.
El balance presupuestario del gobierno central brasileño registra un déficit equivalente al 9.3 por ciento del PIB. La caída de ingresos en los últimos dos años impulsó parte de este crecimiento deficitario, pero el principal factor en juego fue el aumento en los gastos.
El gasto público brasileño ha crecido a una tasa anual promedio de 6 por ciento durante las últimas dos décadas, rebasando por mucho el crecimiento del PIB, gracias a garantías constitucionales que incrementan los salarios y las pensiones de acuerdo a la inflación.
Cuando a esto se suma un alto costo crediticio (la tasa de interés de referencia es de 14.25 por ciento), el resultado es que el gobierno tiene que dedicar una parte cada vez mayor de sus ingresos al servicio de su deuda.
Es por esto que, a pesar de que la carga de deuda pública brasileña no es muy grande al equivaler a sólo 70 por ciento de su PIB, siete puntos porcentuales de su déficit fiscal corresponden al pago de intereses sobre la deuda pública.
Las refacciones de Temer
Para poder solucionar los males de Brasil, el equipo de Temer propone recortar el gasto público, liberalizar la regulación empresarial y el mercado laboral, y reformar el código fiscal. En suma, estos planes representan un giro de 180 grados contra la doctrina de los predecesores de Temer, los izquierdistas Rousseff y su mentor Luiz Inácio Lula da Silva.
Una parte clave de esto es una propuesta para congelar el gasto público en términos reales, la cual está a cargo de Henrique Meirelles, el nuevo ministro de Finanzas y exgobernador del BCB.
Se prevé que la propuesta de Meirelles sea presentada al Congreso en las próximas semanas; una vez ahí, tendrá que recibir la aprobación de tres quintas partes de ambas cámaras legislativas.
Aunque la oposición política y popular, así como persistentes escándalos de corrupción, obstaculizan el camino de estas reformas, los mercados parecen verlas con buenos ojos.
El rendimiento de los bonos brasileños ha caído cuatro puntos porcentuales, de 17 a 13 por ciento, de enero a la fecha, el costo para protegerse contra un default crediticio brasileño se ha reducido en un tercio desde diciembre, y el real se ha apreciado más de 13 por ciento en lo que va del año.