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En la secuencia fílmica de historias de fraudes financieros, cuyo éxito de taquilla han dado pauta para explotar más estos temas, “El Lobo De Wall Street” es la propuesta más reciente.
Lo primero que nos viene a la mente al describir la película cobre Jordan Belfort son tres palabras: lujos, sexo y droga, todo ello en abundancia, como mostrándonos las imágenes de que todo lo prohibido, con dinero suficiente, lo puedes alcanzar.
Tal vez si estuviéramos narrando la novela de F. Scott Fitzgerald, “El Gran Gatsby”, nacido de la imaginación del autor podríamos disfrutar de su contenido, pero la reflexión cambia cuando hablamos que el guión está basado en un fraude real cuyas secuelas las siguen sufriendo aquellos que perdieron su fortuna en este episodio.
Para muchos de los protagonistas reales de la historia, el encontrarse como parte de un elenco ficticio los vuelve a confrontar con la fortuna perdida y los sufrimientos que todo ello les ocasionó, cuando su culpa fue creer en un sistema que los ayudaría a salir adelante y en sentirse protegidos por las autoridades.
El Belfort de carne y hueso
Los años 90 fueron testigos de cómo Jordan Belfort llevó a cabo un plan para despojar de su dinero a cientos de inversionistas, quienes le confiaron su dinero y que después de perderlo todo se dieron cuenta del fraude del que fueron objeto.
Jordan Belfort, en asociación con Danny Porush, fueron arrestados por las autoridades federales de Estados Unidos al inicio del año 2000, cuando se acumuló una impresionante evidencia en su contra por varios delitos realizados en la empresa de corretaje de bolsa, Stratton Oakmont, que entre ambos manejaban.
Durante varios años realizaron una serie de acuerdos con las autoridades de la SEC para lograr reducir sus penas y permanecer bajo arresto domiciliario.
Bajo el acuerdo de ser “testigos protegidos” Belfort y Porush pasaron muchas horas con los agentes federales explicando paso a paso cual fue el mecanismo que utilizaron para defraudar a sus inversionistas.
El método del fraude
Indigo staff
El fraude cometido por Belfort mediante su compañía Stratton Oakmont puede resumirse en un proceso de cinco pasos:
1. Crear una oferta pública inicial
Stratton Oakmont necesitaba encontrar primero alguna empresa, sin importar sus operaciones o tipo de negocios, con una historia interesante y que pudiera ser convertida en una compañía pública a través de una oferta pública inicial de acciones (OPI) realizada por Stratton Oakmont. Las acciones creadas mediante la OPI no eran en realidad vendidas al público, sino que eran ilícitamente compradas por Stratton Oakmont mediante intermediarios de confianza. Las acciones se ofrecían a estos intermediarios a un precio típico de cuatro dólares y eran revendidas a la compañía por 4.25 dólares.
2. Buscar víctimas
Los vendedores de Stratton Oakmont conquistaban la confianza de los inversionistas obteniendo pequeñas pero significativas ganancias mediante una o dos de sus propias OPIs. Una vez que tenían su confianza, los vendedores le llamaban a los clientes para avisarles que una nueva OPI con mucho potencial saldría pronto con un precio inicial de 4 dólares por acción, diciendo que se esperaba que el precio de las acciones se disparara en el mercado secundario. Los inversionistas, atraídos por esto, autorizaban grandes compras de la acción al precio inicial y transferían su dinero a sus cuentas con Stratton.
3. Gato por liebre
Justo antes de la OPI, los vendedores volvían a llamar a sus clientes para informarles que las acciones eran tan codiciadas que en realidad solo podían ofrecer unas pocas al precio inicial de alrededor de 4 dólares. Pero, les informaban, lo que podían hacer era crear órdenes de compra que se ejecutarían tan pronto las acciones cotizaran en el mercado abierto. Muchos inversionistas, asumiendo que el precio sería similar al inicial, accedían sin protestas a esto.
4. Manipular al mercado
Con las acciones y el dinero de sus clientes en sus manos, Stratton Oakmont debía entonces asegurarse de que el precio de las acciones alcanzara un nivel que le permitiera obtener ganancias sustanciales, típicamente 12 dólares por acción.
Habiendo comprado todas las acciones de la OPI mediante sus intermediarios, Stratton Oakmont podía manipular el precio en el mercado secundario mediante operaciones de venta acordadas con intermediarios de confianza, alcanzando su precio objetivo en cuestión de minutos.
5. Comprar barato, vender caro
Cuando las acciones alcanzaban el precio deseado, Stratton Oakmont ejecutaba las órdenes de compra de sus clientes, que se veían forzados a pagar un precio mucho mayor al que habían anticipado.