Freno a la gasolina: un mal negocio
En un intento por contener el precio de los combustibles, el gobierno ha otorgado estímulos fiscales para amortiguar un impacto en el bolsillo de los consumidores, sin embargo, esta medida tiene un efecto negativo en las finanzas públicas
Nayeli Meza OrozcoLlenar el tanque de gasolina es un lujo. Un mexicano que gana el salario mínimo debe trabajar 64 horas para poder costear los 717.60 pesos que cuestan a la semana los 40 litros de gasolina Magna.Arturo Carranza
A inicios de esta administración, el litro de la gasolina regular costaba 10.81 pesos, es decir que los conductores de un auto compacto llenaban su compartimiento con 432.40 pesos. Hoy, los consumidores deben pagar 285.20 pesos más para poder comprar la misma cantidad de combustible, a causa de que se ubica en 17.94 pesos (promedio nacional hasta la tarde del lunes).
A pesar de que el mercado de las gasolinas quedó liberado en todo el país a finales del año pasado y en la actualidad 40 marcas compiten con Pemex en territorio nacional, el precio de los combustibles ha aumentado 2.26 pesos de mayo de 2017 a mayo de 2018, de acuerdo con cifras de la Comisión Reguladora de Energía (CRE).
El 28 de mayo del año pasado, el litro de la Magna se ubicó en 15.68 pesos, en la misma fecha, pero un año después, se situó en 17.94 pesos.
“Los precios han fluctuado y la perspectiva hacia el cierre de año no mejorará mucho por diversos factores que están presionando”, dice Arturo Carranza, especialista en energía del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
El salvavidas del gobierno
En un intento por tratar de mitigar el impacto a los bolsillos de los mexicanos, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) ha otorgado estímulos fiscales para el expendio de gasolinas, con el propósito de que las empresas se mantengan competitivas al ofrecer precios convenientes al consumidor final.
Si bien la medida implementada por la autoridad hacendaria no representa una disminución en el precio del combustible, sí evita que el incremento se refleje de una forma alarmante en el bolsillo de los automovilistas, además de que ayuda a que los precios no varíen demasiado.
No obstante, este estímulo fiscal representa un reto para las finanzas públicas del país. El año pasado, este apoyo le costó al erario público 67 mil millones de pesos, cifra que Hacienda espera que al cierre de 2018 sea menor.
Durante el primer trimestre de 2018, la dependencia recaudó 21.9 por ciento menos, a 9 mil 315 millones de pesos por el cobro del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) a gasolinas y diésel.
Y en los primeros cuatro meses del año, el estímulo fiscal tuvo un cargo al erario promedio de 40 mil millones de pesos.
Es importante destacar que la medida no es un subsidio. Para ponerlo en términos sencillos, un subsidio es un desembolso que realiza el gobierno, en cambio, un estímulo fiscal es una pérdida en el potencial recaudatorio.
Esto quiere decir que la dependencia va seguir recaudando una cantidad positiva por el IEPS durante este año, pero, por debajo de lo esperado.
“Los estímulos fiscales tienen un efecto negativo en las finanzas públicas, principalmente en la recaudación, porque se obtienen menores ingresos, algo que complica que se pueda sustentar el gasto que se planteó en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF)”, explica Alejandro Limón, especialista en energía del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).
De igual forma, el experto precisa que ambos mecanismos, tanto el subsidio como el estímulo fiscal, tienen como propósito en común ‘suavizar’ algún shock que pueda ejercer presión al alza por parte de factores externos.
El apoyo que la Secretaría de Hacienda otorgó para la semana del 26 de mayo al 1 de junio es el más alto hasta ahora. La dependencia sólo recaudará 25 centavos de cada peso de IEPS que podría cobrar por cada litro de gasolina Magna, de acuerdo con lo publicado en el Diario Oficial de la Federación.
Para Arturo Carranza, del INAP, la intervención del gobierno no es positiva, sobre todo, porque envía un mensaje negativo a los inversionistas.
“Esta medida provoca que los inversionistas no tienen certezas. No es un buen negocio en términos de finanzas públicas, pero tiene una lógica al no exponer tanto a los consumidores”, precisa.
Si hay estímulos, ¿por qué no baja el precio?
Aun con la medida del gobierno, en el actual esquema de liberalización el precio de la gasolina está determinado por diversos componentes, parte de esa fórmula es el precio de referencia. Este elemento está integrado por dos factores: tipo de cambio y precio internacional del petróleo. Por el lado del tipo de cambio, el peso mexicano se ha depreciado frente al dólar en las últimas semanas a causa del aplazamiento en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Mayo ha sido uno de los meses más difíciles para la divisa mexicana, debido a que en este periodo ha acumulado una pérdida de 4.38 por ciento. Al respecto, James Salazar, subdirector de Análisis Económico de CI Banco, dijo a Reuters que “el peso mexicano seguirá muy sensible reaccionando a noticias relacionadas con el TLCAN, por lo que el rango de operación será relativamente amplio”, entre 19.30 y 20 pesos por dólar.
Respecto al precio internacional del petróleo, este ha ido en aumento tras el anuncio de la administración del presidente Donald Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, acto que generó una volatilidad adicional para los precios del crudo.
Aunque estos son los principales factores, también existen otros que se relacionan con el costo logístico de transportar y almacenar el combustible, así como las ganancias del vendedor (gasolineros).
Los especialistas calculan que de no contar con los estímulos fiscales, el precio promedio a nivel nacional de la gasolina Magna llegaría a los 22.25 pesos por litro; el de la Premium, a 22.56, y el litro de Diésel, a 23.26 pesos.
Alejandro Limón considera que la medida de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público es positiva, aunque implementarla conlleve un detrimento a las finanzas públicas del país.
“Es una moneda de dos lados. Tiene un lado positivo porque ayuda a frenar el descontento social, pero, por el otro, representa una pérdida fiscal”.