La culpa es de China

El colapso en los precios de las materias primas, las preocupaciones deflacionarias y la volatilidad en los mercados financieros tienen en común los problemas en la segunda mayor economía del mundo.

Tras una década de fuerte expansión que impulsó el éxito de otros mercados emergentes y el alza de más de 110 por ciento en el valor de las materias primas, hoy la transición de China hacia un modelo más orientado a los servicios y el consumo está causando problemas económicos y financieros dentro y fuera de sus fronteras.

Rolando Hinojosa Rolando Hinojosa Publicado el
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la pérdida de valor que registró el fondo Vanguard FTSE de economías emergentes durante la jornada de ayer
“La volatilidad seguirá dominando el mercado este año. Hay preocupación creciente en el corto plazo acerca del Medio Oriente y los datos de manufactura de China también preocupan a los mercados”
Patrick SpencerVicepresidente de acciones en Robert W. Baird & Co.
El mercado reaccionó a nuevos datos de una débil actividad manufacturera y a que el tipo de cambio fue situado debajo de los 6.5 yuanes por dólar

El colapso en los precios de las materias primas, las preocupaciones deflacionarias y la volatilidad en los mercados financieros tienen en común los problemas en la segunda mayor economía del mundo.

Tras una década de fuerte expansión que impulsó el éxito de otros mercados emergentes y el alza de más de 110 por ciento en el valor de las materias primas, hoy la transición de China hacia un modelo más orientado a los servicios y el consumo está causando problemas económicos y financieros dentro y fuera de sus fronteras.

Al igual que el año pasado, las fuertes caídas en las bolsas de valores chinas se esparcen alrededor del globo. Además, la desaceleración económica del país mantiene apagadas a las materias primas, y en consecuencia a los países como Brasil que dependen de la exportación de éstas. Por si fuera poco, las medidas de estímulo chinas podrían exportar un producto indeseable: deflación.

Origen de la turbulencia

Los mercados iniciaron el 2016 con el pie izquierdo. El índice CSI 300, que reúne a las principales compañías de China, tuvo que ser suspendido dos veces debido a una caída precipitada que se detuvo al llegar a 7 por ciento.

Tal como sucedió el verano pasado, cuando en menos de un mes se perdieron más de 2 billones de dólares en capitalización de mercado en China, la turbulencia se trasladó hacia el resto del mundo.

El índice estadounidense S&P 500 presentó una baja de 2.5 por ciento, mientras que el EuroFirst 300 también cayó 2.8 por ciento. La volatilidad, medida a través del CBOE Volatility Index, se disparó 26 por ciento y los activos de refugio como el oro y los bonos del Tesoro de Estados Unidos registraron ganancias.

El mercado reaccionó a nuevos datos de una débil actividad manufacturera y a que el tipo de cambio fue situado debajo de los 6.5 yuanes por dólar por primera vez en los últimos cuatro años.

El gobierno chino ha recibido fuertes críticas por su intento fallido de poner riendas sobre los mercados. Aunado a los nuevos controles de suspensión de la bolsa de valores, persiste una política que le prohíbe a los grandes tenedores de acciones vender sus títulos y se acaba de retirar la pausa temporal de nuevas ofertas públicas iniciales.

Emergentes golpeados

La desaceleración de China no sólo marcó el fin del ciclo alcista de las materias primas, si no que terminó con las altas tasas de crecimiento de las economías exportadoras de la periferia emergente.

El 2015 puso de relieve la importancia de China como un factor de riesgo para el crecimiento global. Maurice Obstfeld, economista en jefe del Fondo Monetario Internacional, argumenta que la transición económica del gigante asiático se ha traducido en un menor ritmo de actividad económica: “Las repercusiones globales derivadas de una reducción en la tasa de crecimiento de China, patentes mediante una disminución de importaciones y una menor demanda de materias primas, han sido mucho más significativas de lo que esperábamos”.

Las economías emergentes reaccionaron a la peor jornada del mercado de valores chino en los últimos cuatro meses. El fondo Vanguard FTSE de mercado emergentes, que administra 34 mil millones de dólares en activos,  perdió 3.3 por ciento de su valor.

Con la excepción del petróleo, afectado por las crecientes tensiones entre Irán y Arabia Saudita, la mayoría de las materias primas registraron una caída considerable. 

Exportando deflación

Como parte de sus medidas de estímulo, el gobierno chino ha devaluado su moneda para impulsar los ingresos de su sector exportador. Sin embargo, esta medida levanta riesgos deflacionarios alrededor del mundo.

Esto se debe a que la devaluación del yuan reduce los ingresos en dólares de las empresas extranjeras que operan en China, reduce la demanda china por los productos de importación, y vuelve más baratas a las exportaciones chinas. 

La medida además incentiva a los productores con grandes inventarios a exportar sus productos en gran cantidad y a precios significativamente reducidos, lo cual ha levantado acusaciones de dumping por parte de ciertas empresas, como las acereras, en el extranjero.

Estos factores se combinan en presiones negativas sobre los precios en el exterior, justo en un momento en el que los bancos centrales de Japón y de la eurozona intentan evitar que sus economías caigan en espirales deflacionarios.

Sin embargo, a pesar del gran tamaño de la economía china y de sus exportaciones, su efecto sobre la inflación global es significativo pero no tan grande como podría pensarse. Una investigación realizada por el banco central de Alemania encontró que sólo 4.6 por ciento de la variación global en la inflación entre el 2002 y el 2011 se debió a China.

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