El Fondo Monetario Internacional (FMI) confirmó que las expectativas generadas hace tres años por el Mexican Moment no se han materializado en mayores tasas de crecimiento.
En la última actualización de su reporte de perspectivas económica globales, el FMI redujo el pronóstico de crecimiento del producto interno bruto (PIB) de México para este año a 2.4 por ciento.
El crecimiento se ha convertido en el principal reto para la política económica mexicana. En los últimos treinta años, el país promedia una tasa anual de expansión de apenas 2.3 por ciento.
En un momento en el que el grueso de los países emergentes se caracterizaban por su falta de acción legislativa y por encontrarse en medio de un proceso de ajuste macroeconómico, la conjugación de sólidos fundamentos macroeconómicos y la aprobación de una serie de reformas estructurales en México llamaron la atención de medios e inversionistas globales.
Esto dio pie a que el gobierno adoptara un discurso en el que se planteaba que el país podría comenzar a crecer a tasas de alrededor de 5 por ciento para finales de sexenio.
Hoy, ese objetivo parece inalcanzable en el mediano plazo. El FMI estima que México crecerá 3.1 por ciento para el 2021.
El deterioro de las expectativas se ha convertido en una constante en la narrativa económica de México. Las rebajas a los pronósticos de crecimiento se han vuelto una tradición para los organismos multilaterales, los bancos, las firmas de inversión e incluso para la Secretaría de Hacienda.
En su reporte de perspectivas económicas globales de octubre de 2014, el FMI estimaba que México crecería 3.8 en el 2016. La diferencia respecto al pronóstico actual pone de relieve no sólo el problema estructural de crecimiento que enfrenta el país, sino que también refleja un entorno más adverso.
Deterioro reciente
La caída de más de 50 por ciento en el precio del petróleo desde junio de 2014 impactó significativamente sobre las expectativas de la economía mexicana. En promedio, en los últimos cinco años, los ingresos petroleros han financiado el 29 por ciento del presupuesto federal.
Esto provocó una reacción de política económica en el gobierno mexicano: la Secretaría de Hacienda anunció un recorte al gasto público de 132 mil millones de pesos en este año para mantener la estabilidad macroeconómica, uno de los pilares del modelo económico mexicano.
Un mes después, la Secretaría de Hacienda dijo que el recorte se extendería hasta el 2017 y que implicaría una baja adicional de 175 mil millones de pesos.
Recientemente, la agencia Moody’s cambió la perspectiva de la calificación de deuda mexicana de estable a negativa, poniendo en duda el nivel crediticio A3 de los bonos del gobierno de México.
Sin embargo, las razones de Moody’s para realizar este cambio no obedecen directamente a las medidas de responsabilidad macroeconómica del gobierno. El argumento de la agencia yace en la condición crónica de bajo crecimiento de la economía mexicana, la cual, en conjunto con un creciente nivel de endeudamiento, pone en riesgo la consolidación fiscal y niveles sostenibles de deuda pública.
Pesimismo global
En comparación con otros países emergentes, particularmente con sus contrapartes de América Latina, México sobresale por ser uno de los países con mayores tasas de crecimiento.
El consenso de los responsables de política económica, académicos e inversionistas es que la economía global se encuentra en una nueva normalidad de bajo crecimiento. Christine Lagarde, directora gerente del FMI, se refirió a esta condición como “la nueva mediocridad”.
El reporte de perspectivas del FMI, titulado “Demasiado lento por demasiado tiempo”, hace énfasis en que la desaceleración sostenida de la economía global incrementa la vulnerabilidad a shocks negativos e incrementa el riesgo de que el mundo caiga en un estancamiento prolongado.
Maurice Obstfeld, economista en jefe del FMI, dijo en la presentación del reporte que “prácticamente ya no queda espacio para errores”. El regreso de la volatilidad financiera, como la que se registró a medidos del año pasado a raíz de la devaluación del yuan chino, así como la pérdida de confianza y una subsecuente caída de la demanda emergen como factores desestabilización cuyo riesgo se eleva significativamente en la actual coyuntura.
Actualmente, ante la desaceleración de China y el estancamiento secular en Europa y Japón, Estados Unidos figura como el único gran motor de la economía global. En ese sentido, las perspectivas se tornan más favorables para México, que destina el 80 por ciento de sus exportaciones a ese país.
No obstante, considerando los señalamientos del FMI, el país es susceptible a un shock financiero dada la alta tenencia de bonos mexicanos por parte de inversionistas foráneos.
Para el mundo, la reducción del pronóstico de crecimiento global de 3.4 por ciento a 3.2 por ciento es una muestra patente de la coyuntura post crisis. Para México, es una nueva edición del tradicional ciclo de rebaja de expectativas que acompaña a un crecimiento estructuralmente mediocre.