Canadá podrá ser el país con el segundo mayor territorio en el mundo y con la décima mayor economía, pero frecuentemente es opacado por el país con quien comparte la frontera terrestre más larga a nivel mundial: Estados Unidos.
Sin embargo, las políticas económicas del gobierno del nuevo primer ministro canadiense, Justin Trudeau, están convirtiendo a Canadá en un ejemplo que el resto de los países desarrollados deberían seguir para que el mundo salga del estancamiento económico que ha caracterizado el periodo posterior a la crisis financiera del 2008.
Organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han aconsejado a las economías desarrolladas incrementar su gasto fiscal de forma coordinada para impulsar su crecimiento, sobre todo a medida que las disposiciones de estímulo monetario se topan con sus límites.
“Se necesita un enfoque integral para reducir la dependencia excesiva sobre la política monetaria. En particular, la política fiscal en el corto plazo debería apoyar más en donde sea apropiado y exista espacio fiscal, sobre todo a través de inversiones que impulsen el potencial tanto de la demanda como de la oferta en la economía”, aconsejó el FMI en febrero tras recortar sus pronósticos de crecimiento económico para este año.
“La política monetaria ha hecho tanto como le es posible y necesita ser complementada con política fiscal y reformas estructurales”, dijo Catherine Mann, economista en jefe de la OCDE, en marzo.
En respuesta los ministros de Finanzas del G-20 se comprometieron de nuevo, hace dos semanas, a impulsar este tipo de medidas fiscales, pero sus promesas teóricas no se han visto reflejadas en la práctica.
La excepción a esta tendencia es Canadá, cuyo gobierno propuso en marzo un presupuesto que incluye un déficit fiscal de más de 29 mil millones de dólares canadienses – más de cinco veces el monto del déficit de 5.4 mil millones de dólares registrado en 2015.
Estímulo canadiense
El incremento en el gasto propuesto por el gobierno de Trudeau, repartido entre inversiones en infraestructura y mayores pagos de servicios sociales como pensiones y seguros de desempleo, elevará la proporción que el gasto público ocupa en la economía canadiense, la cual pasará de 13.6 por ciento de su producto interno bruto en 2015 a 14.6 por ciento en este año.
El gobierno de Trudeau prevé que sus medidas de estímulo agregarán 0.5 puntos porcentuales al crecimiento económico de Canadá en 2016, y 1 punto porcentual en 2017.
“Nos influenció lo que escuchamos de parte del FMI y la OCDE y en la reunión del G-20”, dijo Bill Morneau, ministro de Finanzas de Canadá, poniendo un énfasis particular sobre el mayor impacto potencial que tiene la política fiscal cuando la política monetaria ha sido empujada a sus límites de estímulo con tasas de interés cercanas al cero por ciento.
El estímulo fiscal propuesto también ha beneficiado a la política monetaria, permitiéndole al Banco de Canadá mantener intactas sus tasas de interés y así tener mayor espacio para recortarlas si llega a ser necesario dar un mayor impulso a la economía.
“La política monetaria claramente es muy estimulativa globalmente, y está cerca de su máxima habilidad. La política fiscal ha sido menos utilizada”, indicó la semana pasada Stephen Poloz, gobernador del Banco de Canadá.
No aprenden
A pesar de las exhortaciones de los organismos internacionales y el ejemplo marcado por Canadá, el resto del mundo desarrollado parece no estar aprendiendo las lecciones correctas para devolver el impulso a la economía global.
Vítor Constâncio, vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), recientemente declaró que “la política fiscal (…) parece estar fuera de la mesa en todas las economías desarrolladas”, agregando que “en la eurozona, la política fiscal está estrictamente condicionada por la legislación (…) y en Estados Unidos, parece estar bloqueada por el partidismo político”.
Estas condiciones, donde sólo Canadá se muestra dispuesto a emprender el estímulo fiscal necesario, es descrito por Greg Ip, comentarista económico en jefe de The Wall Street Journal, como “un problema de acción colectiva. Ésta es una situación donde los países terminarán peor al perseguir sus intereses individuales que si cooperaran”.
Esta opinión se ve reflejada en la investigación de Gauti Eggertsson y Neil Mehrotra, profesores de economía en la Universidad de Brown, y de Larry Summers, exsecretario del Tesoro de los Estados Unidos. Los economistas señalan que, en las actuales condiciones de estancamiento, el estímulo fiscal coordinado devuelve efectividad a la política monetaria y resulta en mayor crecimiento para todos los países participantes.