Los vehículos de la transición
Detrás de la revolución del fin del dinero fiduciario está la revolución del Bitcoin, la divisa digital cuya tecnología de “cadenas de bloque” pretende acabar con la idea de que los sistemas monetarios deben depender de una autoridad central.
Aún no resulta claro cómo ocurrió el surgimiento de Bitcoin y cómo el fenómeno fue adquiriendo cada vez más adherentes. El sistema que hace posible el uso de Bitcoin fue creado por un usuario desconocido que utiliza el seudónimo Satoshi Nakamoto.
Rodrigo Carbajal
Detrás de la revolución del fin del dinero fiduciario está la revolución del Bitcoin, la divisa digital cuya tecnología de “cadenas de bloque” pretende acabar con la idea de que los sistemas monetarios deben depender de una autoridad central.
Aún no resulta claro cómo ocurrió el surgimiento de Bitcoin y cómo el fenómeno fue adquiriendo cada vez más adherentes. El sistema que hace posible el uso de Bitcoin fue creado por un usuario desconocido que utiliza el seudónimo Satoshi Nakamoto.
El funcionamiento de Bitcoin se basa en la tecnología de cadenas de bloque, una base de datos compartida por todos los usuarios que registra cada una de las transacciones realizadas a través de esta divisa virtual.
Este sistema descentralizado le permita a cada computadora verificar la validez de la transacción. Además, la emisión de dinero no proviene de un banco central, si no de este sistema que está sustentado por usuarios independientes denominados “mineros” que reciben Bitcoins como pago por su servicio. Los mineros cuentan con restricciones respecto al ritmo en el que se emite nuevo dinero y está estipulado que después de llegar a los 21 millones de Bitcoins ya no se podrán emitir nuevas unidades.
A pesar de que el uso de Bitcoin aún no es generalizado y se considera como un instrumento de nicho o una inversión de alto riesgo, firmas minoristas como Dell y Overstock.com han recurrido al servicio de empresas que procesan pagos en Bitcoin.
El uso de la divisa digital se enfrenta a la reticencia de los usuarios tradicionales debido a la percepción de que Bitcoin es utilizado para operaciones de lavado de dinero y tráfico de drogas. Esto se hizo patente en el 2015 mediante la detención y sentencia de Ross Ulbricht, el operador de un mercado negro denominado “Ruta de Seda” que liquidaba transacciones de actividades ilícitas con Bitcoins.
Sin embargo, la mayor resistencia que enfrenta la adopción generalizada de Bitcoin es que la divisa no se considera segura. Después de mantener un valor relativamente estable, la moneda atrajo gran atención a mediados de 2013 y se inició un alza acelerada en el precio del Bitcoin, el cual superó los mil 100 dólares en ese entonces.
La burbuja se reventó a finales de año cuando Mt. Gox, el principal mercado de Bitcoins, colapsó: se perdieron 460 millones de dólares de inversionistas, supuestamente robados por hackers, y el valor de la divisa cayó casi en un 50 por ciento.
Pese a que la volatilidad prevalece como una característica intrínseca del Bitcoin, los promotores de la divisa virtual consideran que lo peor ya pasó y que el 2016 es el año de la consolidación de Bitcoin. El valor de la divisa se ha estabilizado y cotiza actualmente alrededor de los 400 dólares.
El número de transacciones diarias ha crecido de manera constante pero moderada, superando la barrera de las 175 mil operaciones al día. Coincase, la firma que administra el que es ahora el mayor mercado de Bitcoins en el mundo, afirma que una de cada cinco transacciones se utiliza para realizar el pago de bienes y servicios y no como una inversión especulativa.
La misma Coincase ha lanzado la primera tarjeta de débito Bitcoin, la cual es utilizada por 7 mil 500 personas y registra operaciones que en conjunto alcanzan un valor de 50 mil dólares.
El optimismo del uso del Bitcoin se ha extendido incluso al Fondo Monetario Internacional, el cual emitió un reporte reciente en el que establece que “las divisas virtuales y la tecnología que las sustentan pueden proveer servicios financieros más rápidos y baratos, así como pueden convertirse en poderosas herramientas para profundizar la inclusión financiera en el mundo desarrollado”.
Dinero digital… y hasta móvil
Silicon Valley ha sido el corazón de los grandes cambios del siglo XXI. Las tecnologías de la información están irrumpiendo desde la industria de los medios hasta la automotriz. Para el caso de la industria financiera, la tendencia apunta cada vez con mayor claridad a que el dinero en efectivo podría dejar de tener su lugar en el futuro.
BI Intelligence estima que para 2018, el volumen de los pagos realizados mediante aplicaciones de cartera electrónica como Venmo y Apple Pay será de 189 mil millones de dólares. Esto implica que el mercado que atienden estas aplicaciones crecerá a una tasa anual de 154 por ciento.
La automatización de los pagos y la administración de las finanzas personales a través del teléfono móvil se está volviendo cada vez más común, particularmente entre la generación de los millennials (18 a 34 años). En ese sentido, la capitalización de esta oportunidad se ha traducido en una creciente oferta de nuevas aplicaciones de cartera electrónica.
Apple Pay inició hace dos años y arrancó su plataforma con la asociación de más de 200 mil establecimientos en los que se podía efectuar el pago mediante la aplicación.
Meses antes, 70 de las mayores cadenas minoristas en Estados Unidos lanzaron de manera conjunta la aplicación de cartera electrónica CurrentC para competir con Apple Pay, proyecto que ya estaba a punto de salir al mercado.
Sin embargo, el caso más representativo de la nueva oleada de aplicaciones de pagos móviles es Venmo, cuyo dueño es EBay Inc. El enfoque de esta plataforma es el de conectar a “amigos” para hacer pagos entre sí y dividir cuentas en bares y restaurantes.
Venmo tiene claro cuál es su mercado objetivo: los millennials, quiénes actúan como los primeros usuarios de este tipo de servicios antes de que la plataforma se vuelva generalizada. De acuerdo a Nielsen, esta generación representa el 55 por ciento del mercado total de este segmento de servicios digitales.