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En medio de un ambiente enrarecido y cargado de incertidumbre, los mercados amanecieron ayer en pánico, evocando una sensación que no había estado presente desde la crisis financiera global de 2008.
Todo inició con el índice Shanghai Composite, el principal indicador bursátil de China, que perdió el 8.5 por ciento de su valor, su mayor caída desde febrero del 2007. La inestabilidad del mercado chino afectó todo el sistema financiero lo cual se tradujo en pérdidas generalizadas en los índices bursátiles de todo el mundo, en el precio de las materias primas y en las monedas de economías emergentes, como México.
El país vivió ayer desplomes en la Bolsa, el precio del petróleo y del valor del peso.
De inmediato surgió la duda respecto a si una caída de esta magnitud en los mercados globales significaba una corrección en medio de un escenario adverso o el primer síntoma de la siguiente catástrofe financiera.
Los días previos a la caída del banco Lehman Brothers, hace siete años, fueron objeto de comparaciones inevitables: la magnitud de las caídas de ayer no se veían desde los días de la última crisis financiera. El precio del petróleo tocó un mínimo de seis años y el índice de volatilidad CBOE, conocido como el indicador del miedo, alcanzó un máximo que no se tocaba desde enero de 2009.
Nour Al-Hammoury, jefe de estrategia de mercado de ADS Securities, dijo al diario Financial Times que “el tamaño y la escala de la corrección del mercado se encuentra fuera de proporción”.
David Stubbs, analista de JP Morgan Asset Management, complementó el diagnóstico al argumentar que no se trataba de una corrección razonable: “Definitivamente hemos entrado en el terreno de la debacle psicológica y las preocupaciones sobre el futuro”.
La mesa está puesta… para una crisis
La volatilidad y la incertidumbre son los rasgos más representativos de una economía global que se enfrenta a un escenario inédito. El mundo vive la transición de una salida de una década de políticas de tasas de interés cercanas a cero en los países desarrollados y de un nuevo balance en la economía china.
El resultado de este escenario es una débil demanda mundial, el fin del ciclo alcista de las materias primas que financiaba el crecimiento emergente, así como inestabilidad en los mercados financieros.
El consenso de analistas refiere que el contagio de pérdidas del último “lunes negro” es la exhibición patente de la fragilidad económica global.
La debacle de los Commodities
El índice de Bloomberg de materias primas alcanzó su nivel más bajo desde 1999. La debilidad económica de China ha terminado con el ciclo alcista de materias primas que ha financiado el crecimiento emergente. El barril de crudo Brent tocó mínimos de seis años al cotizar debajo de los 45 dólares.
Emergencia en las monedas
Los mercados emergentes se encuentran presionados por dos frentes: la baja demanda derivada de la fragilidad china y la salida de capitales ocasionada por la expectativa de alza de tasas en Estados Unidos. Las divisas del sudeste asiático se encuentran en niveles que no se veían desde la crisis de los noventa, además de que monedas como el rand, el peso y la lira se enfrentan a mínimos históricos.
Estados Unidos resiste
El índice Dow abrió la jornada con una pérdida de más de mil puntos, mientras que el índice S&P 500 inició el día con una baja de más de 5 por ciento. Sin embargo, los mercados americanos fueron recuperando terreno. La debacle china expuso los propios problemas de Wall Street: precios históricamente altos, bajo crecimiento de utilidades, caída del sector energético e incertidumbre por la expectativa de alza de tasas de interés.
China: la primera ficha de dominó
El país asiático enfrenta un punto de inflexión. La segunda economía más grande del mundo está transitando desde un modelo de fuerte inversión mediante intervención gubernamental hacia un modelo de fortalecimiento del consumo del mercado interno. Esto ha hecho estragos en la tasa de crecimiento, que en el primer trimestre del año registró la menor expansión (7 por ciento) en el último cuarto de siglo.
Tras un sorprendente periodo alcista, el mercado de valores chino empezó a resentir el bajo crecimiento. Las constantes caídas de los índices bursátiles motivaron una intervención gubernamental que gastó más de 200 mil millones de dólares para impulsar las acciones locales. Todo fue en vano. El contagio se esparció: desde que China irrumpió el mercado con la devaluación más significativa de su divisa en las últimas dos décadas, el valor de las acciones de todo el mundo ha caído 5 billones de dólares.
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