Frontera de expectativas
El diagnóstico es unánime. Banco de México, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, las firmas de administración de activos, los bancos, las calificadoras y los fondos de inversión confirman lo evidente: la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos se ha traducido en el peor deterioro de expectativas de crecimiento de la economía mexicana desde la Gran Recesión de 2009.
Indigo Staff
El diagnóstico es unánime. Banco de México, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, las firmas de administración de activos, los bancos, las calificadoras y los fondos de inversión confirman lo evidente: la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos se ha traducido en el peor deterioro de expectativas de crecimiento de la economía mexicana desde la Gran Recesión de 2009.
En cambio, el discurso de los miembros de la Junta de Gobierno de la Reserva Federal indican que la economía estadounidense está a punto de consolidar su recuperación a cabalidad. Por primera vez en casi una década, el mercado laboral se acerca al pleno empleo y la inflación se aproxima al objetivo del banco central de 2 por ciento.
Pese a que son dos de las economías con mayor nivel de integración en el mundo, México y Estados Unidos se encuentran en dos puntos diametralmente diferentes del ciclo económico. Esto arroja luz sobre el papel que juegan las expectativas en la toma de decisiones de los agentes económicos.
Lael Brainard, gobernadora de la Reserva Federal, dijo en un discurso reciente que existen “signos de una mejora en la inversión del sector privado”.
Tradicionalmente, el desempeño del sector industrial de Estados Unidos es utilizado como una variable de referencia para realizar una proyección del dinamismo de la actividad económica de México. Los altos niveles de la producción manufacturera estadounidense están fuertemente asociados a la robustez del sector exportador en México, uno de los principales motores de crecimiento de la economía mexicana.
Sin embargo, la percepción de Brainard contrasta con la rapidez con la que han sido recortados los pronósticos de crecimiento de la economía mexicana en los últimos meses. Si bien, la recuperación económica de Estados Unidos ha sido gradual, en México las perspectivas de expansión de la economía pasaron de casi 3 por ciento a 1.49 por ciento en menos de un año.
Una de las principales razones que justifican este recorte recae en la expectativa de que la inversión extranjera directa que recibe México es una de las variables más susceptibles a los cambios que promueve la administración de Donald Trump en la relación bilateral.
Inversión en vilo
El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés) estima que la inversión extranjera directa que recibirá México en 2017 podría ser hasta 40 por ciento menos que la recibida en el 2016.
La administración de Trump aún no emite una propuesta detallada de la reforma fiscal que pretende enviar al Congreso, pero asegura que uno de sus objetivos es limitar la salida de empresas estadounidenses a regiones de bajo costo como México.
Aunque todavía no existe un consenso al interior del Partido Republicano ni de la administración de Trump, la reforma fiscal contempla la posible implementación de un impuesto de ajuste fronterizo.
Esta medida implicaría un cambio en cómo se calcula el impuesto sobre la renta de las empresas estadounidenses. La deducción de los costos de importación quedarían prohibidos, mientras que los ingresos derivados de las exportaciones no serían tomados en cuenta para la base gravable. Esto representa un subsidio implícito a las exportaciones estadounidenses y un arancel de facto a las importaciones.
La reforma fiscal de Estados Unidos, que también incluiría un recorte a la tasa de impuestos corporativos, ataca un punto neurálgico del modelo de crecimiento de México, cuyo atractivo como destino de inversión se basa en su alta competitividad como plataforma de exportación para el mercado estadounidense.
Señales cruzadas
El consenso de analistas refiere que aún no existen señales claras de que la administración de Trump pueda utilizar el capital político con el que todo gobierno nuevo cuenta para poner en marcha su plataforma económica. Incluso, los críticos de la administración argumentan que ni siquiera hay posicionamientos concretos respecto a cuestiones fundamentales como la política comercial.
La semana pasada, Wilbur Ross, secretario de Comercio, afirmó en una entrevista televisiva que el peso podría recuperar gran parte del terreno perdido si la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte llegaba a buen puerto. En consecuencia, la moneda mexicana se apreció 1.9 por ciento frente al dólar en la jornada en la mañana del viernes.
La aseveración de Ross contrasta con la retórica proteccionista que caracterizó al discurso de Trump en campaña, en el periodo de transición y en los primeros días de su presidencia. Stephen Bannon, referido como uno de los asesores más influyentes del presidente, ha sido insistente en promover la idea de que la Casa Blanca busca implementar un nuevo modelo de “economía nacionalista”.
Pese a la división evidente que prevalece al interior de la administración de Trump, los mercados han reaccionado positivamente a las expectativa de que el gobierno pondrá en marcha una agenda de políticas a favor del crecimiento. La semana pasada, el índice accionario Dow Jones rebasó la barrera histórica de los 21 mil puntos. Asimismo, por primera vez en siete años, la tasa de interés del bono del Tesoro a dos años alcanzó el nivel de 1.30 por ciento .
Esto, explican analistas, es una señal de que el mercado contempla que los planes pro crecimiento de Trump eventualmente se harán realidad. En ese sentido, el viernes, Janet Yellen, presidente de la Reserva Federal, dijo que el banco central elevaría su tasa de interés de referencia en su siguiente reunión de marzo.
Sin embargo, para el caso mexicano, el efecto de las expectativas de la agenda Trump ha operado en sentido contrario al optimismo estadounidense.
Un entorno, dos caminos
Pese a que la economía de México y de Estados Unidos están profundamente integradas, los mercados han asignado perspectivas diferentes a cómo reaccionarán ante la implementación de la agenda económica de la administración de Donald Trump.