La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) se encuentra en uno de los puntos más críticos de esta administración. Al inicio del sexenio, el enfoque se concentró en el diseño y promulgación de las reformas estructurales, incluida una miscelánea fiscal de corte recaudatorio que fue fuertemente criticada por la iniciativa privada.
Sin embargo, a dos años y medio de que finalice el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, las autoridades fiscales deben administrar una coyuntura marcada por un entorno adverso y un manejo macroeconómico que no ha estado exento de críticas.
La SHCP tiene lista la respuesta a la rebaja de la perspectiva de calificación de deuda que realizó S&P la semana pasada, así como a la insistencia de Banco de México de la necesidad de fortalecer la postura fiscal: políticas de austeridad.
Esta semana, durante la Reunión Plenaria del Grupo Parlamentario del PRI, Luis Videgaray, el secretario de Hacienda, dijo que la dependencia a su cargo propondrá al Congreso de la Unión un Paquete Económico que contempla un recorte al gasto público.
La promesa central del Paquete Económico es el compromiso de no incrementar los impuestos y de incurrir en un superávit fiscal primario de 0.2 por ciento del producto interno bruto, el primer balance positivo en nueve años.
El discurso de Videgaray apela a los lineamientos más elementales de la ortodoxia económica: reducir el gasto público y detener el crecimiento de la deuda para priorizar la estabilidad macroeconómica.
Panorama complicado
La conjugación de la debilidad estructural del crecimiento de la economía mexicana con una tendencia creciente de endeudamiento se ha citado como un flanco de vulnerabilidad para la estabilidad del país. El origen de las críticas se encuentra dentro y fuera del gobierno.
En ese sentido, las políticas de austeridad representan una reacción directa a un entorno que se vuelve cada vez menos manejable: la deuda pública en relación al PIB alcanza el 47 por ciento y el gobierno estima que a final de sexenio la cifra rebasará el 50 por ciento. Asimismo, el promedio de las expectativas de crecimiento para este año, oficiales y no oficiales, es de 2.3 por ciento, el mismo nivel que el promedio anual de los últimos 20 años.
Jorge Estefan Chidiac, secretario de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, dijo al diario Reforma que la magnitud del recorte presupuestario podría alcanzar los 300 mil millones de pesos, una reducción sin precedentes.
El hecho de que Chidiac califique este presupuesto como “el más difícil de la historia” pone de relieve que la SHCP se juega su credibilidad en el cumplimiento de este Paquete Económico que será presentado el 8 de septiembre.
En el 2015, cuando la caída de los precios del petróleo se hizo patente en las finanzas públicas, el gobierno anunció que realizaría un recorte de 124 mil millones de pesos. Al cierre de ese año, el gasto programable, el que está relativamente bajo control de las autoridades fiscales, se incrementó 4.26 por ciento en relación a lo proyectado originalmente.
Asimismo, en el 2016, la SHCP ha anunciado recortes al gasto de 164 mil millones de pesos. En los primeros siete meses del año, en términos anualizados, cifras oficiales muestran que el gasto total ha decrecido apenas 0.3 por ciento. La baja marginal pone en tela de juicio la capacidad del gobierno para efectuar consolidar las finanzas públicas.
Banco de México: el crítico discreto
Banco de México ha insistido en que la trayectoria de apalancamiento de las finanzas públicas representa un factor que podría agudizar la depreciación del peso frente al dólar, alterando las expectativas de inflación.
Tanto las minutas de las Junta de Gobierno de Banco de México como las intervenciones públicas de los miembros del banco central dejan ver que hay una percepción de que los inversionistas están preocupados por el manejo macroeconómico del país.
El peso es la divisa que presenta el segundo peor desempeño en lo que va del año, únicamente detrás de la libra esterlina, afectada por la salida del Reino Unido de la Unión Europea. En los últimos dos años, la moneda mexicana se ha depreciado 42 por ciento frente al dólar.
Esta semana, un artículo del diario Financial Times, describió a México como el “mercado emergente más estable y confiable”. No obstante, esto no se ha traducido en una mejora de expectativas por parte del mercado. El costo de asegurar un activo mexicano contra el default, medido a través de la prima de riesgo de una permuta de intercambio crediticio (CDS por sus siglas en inglés), es mayor que el de activos de países con calificaciones de deuda similar: Perú, Tailandia, Polonia, etc.
En el 2016, Banco de México ha implementado dos alzas en la tasa de interés de referencia que suman un incremento de 100 puntos base. Las autoridades monetarias mexicanas encuentran empatía con los bancos centrales de las economías avanzadas, los cuales señalan que la política monetaria ya alcanzó su límite y es tiempo de que la política fiscal interceda para alcanzar los objetivos de política económica.
Sin embargo, mientras los países avanzados piden una expansión de la deuda para financiar un gasto público más activo, en México se pide que las autoridades fiscales se comprometan con la estabilidad de las finanzas públicas.
El mes pasado, en una entrevista para el portal Bloomberg, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, dijo que a diferencia de las economías avanzadas, un país emergente tenía que ganarse la confianza de los mercados todos los días.
En ese sentido, la condición de austeridad del paquete económico de 2017 pretende reforzar la credibilidad de las autoridades fiscales, misma que se encuentra bajo escrutinio del mercado, de las calificadoras de deuda y del mismo Banco de México.