Recesión inminente
La tercera economía más grande del mundo sigue atrapada en una serie de circunstancias excepcionales.
Desde el año pasado cuando un terremoto golpeó en marzo a las islas de Japón, una serie de circunstancias ha frustrado el regreso del crecimiento económico vigoroso que caracterizó al país hace algunas décadas.
Pero no se trata solo de estancamiento, sino de plena caída. El lunes, el gobierno de aquel país informó que la tasa de crecimiento de su producto interno bruto había caído, en términos anualizados, un 3.5 por ciento, una cifra nada despreciable.
Eduardo Flores
La tercera economía más grande del mundo sigue atrapada en una serie de circunstancias excepcionales.
Desde el año pasado cuando un terremoto golpeó en marzo a las islas de Japón, una serie de circunstancias ha frustrado el regreso del crecimiento económico vigoroso que caracterizó al país hace algunas décadas.
Pero no se trata solo de estancamiento, sino de plena caída. El lunes, el gobierno de aquel país informó que la tasa de crecimiento de su producto interno bruto había caído, en términos anualizados, un 3.5 por ciento, una cifra nada despreciable.
La cifra es de 0.9 por ciento para el periodo de julio a septiembre de este año.Cayó el gasto de los consumidores un 0.5 por ciento y las inversiones de las empresas un 3.2 por ciento.
¿Viene lo peor?
Sin embargo, muchos economistas consideran a esto como la punta del iceberg y pronostican inclusive peores resultados en el futuro próximo.
Si otra contracción del PIB llegara a ocurrir, como espera la mayoría de los analistas, Japón estaría técnicamente en una recesión.
La noticia era hasta cierto punto esperada por los mercados, pero no así dejó de resonar en la mente de los inversionistas, que vendieron activos llevando al índice Nikkei a registrar una caída de 0.93 por ciento.
La contracción era esperada por la débil demanda internacional de las exportaciones de alto valor que genera el país.
Aunado a ello, una disputa con China sobre una islas en el Pacífico se ha traducido a los números, golpeando sus exportaciones hacia uno de sus socios comerciales más importantes.
Por otro lado, los costos de combustible que el país debe importar han estado incrementando recientemente, presionando a las ganancias corporativas.
Ello también llevó a un aumento sustancial del déficit comercial en septiembre y por lo tanto el superávit de cuenta corriente más bajo desde que se comenzó a llevar datos en 1985.
Es claro que no se trata de la economía más dinámica del mundo.
Renuentes a gastar
El país nipón ha estado en mayor o menor medida en problemas económicos desde los noventas, sufriendo crisis deflacionarias o episodios de bajo crecimiento.
Desesperados por inducir crecimiento, los diversos gobernantes del país han intentado desde entonces una serie de medidas que, en general, no han resultado muy eficientes.
Se trata de los afamados experimentos keynesianos, por su componente tan fuerte de gasto público, que se han implementado desde diversos organismos oficiales y que siguen sin rendir frutos.
Uno de los problemas principales del país es que la gente es renuente a gastar. La inflación ha sido históricamente tan baja, o inclusive negativa, que las personas prefieren ahorrar su dinero.
En ese sentido, el Banco Central de Japón ha estado tratando de inducir lo contrario, un aumento de precios que incentive al consumo.
Tan solo horas después de los datos sobre el PIB, el gobernador del organismo, Masaaki Shirakawa, refrendó su compromiso por mantener una política monetaria agresiva.
No se trata de una postura nueva. Tan solo el año pasado el Banco Central extendió su programa de compra de activos, parecido al que la Reserva Federal ha implementado de emergencia en Estados Unidos, en 138 mil millones de dólares.
Japón también es famoso por ser uno de los países con las tasas de interés más bajas del mundo.
El problema es que las autoridades monetarias están ante una pared: las tasas solo se pueden bajar hasta cero y desde 1989 han estado cercanos a esos niveles.
En los últimos 12 años el gobierno también ha tratado de hacer lo suyo, aunque ya parece haber llegado al punto de saturación.
El año pasado, la deuda pública de Japón fue de 220 por ciento, según el Fondo Monetario Internacional, por lo que el gobierno tiene pocas opciones a la mano.
A falta de herramientas, no resulta sorprendente que el Ministro de Economía, Seiji Maehara, incrementó la presión sobre el banco central con los medios de comunicación.
Por lo tanto, el gran experimento japonés continuará, con el mundo viendo cómo una antigua potencia económica lentamente sucumbe.