Probablemente, el puesto público de mayor relevancia para la economía y para los mercados financieros globales sea la presidencia de la Reserva Federal. En la última década, la política monetaria de los principales bancos centrales del mundo se desempeño como un factor determinante de la dinámica económica. Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, argumenta que en la mayor parte del periodo posterior a la crisis, la política monetaria fungió como la única herramienta de recuperación económica.
Ahora, nueve años después del colapso del banco Lehman Brothers, la administración de Donald Trump tiene la oportunidad de cambiar radicalmente la composición de la Junta de Gobierno de la Reserva Federal, empezando por la presidencia. Esto significa que el presidente Trump tiene el control del sesgo de política económica que asumirá la institución financiera más influyente y relevante del planeta.
El periodo de Janet Yellen, la actual presidenta del banco central estadounidense, expira en febrero de 2018. Además, existen dos vacantes adicionales en la Junta de Gobierno en las que el presidente Trump pudiera colocar un funcionario apegado a su proyecto económico, cualquiera que éste sea.
De hecho, esta semana, Donald Trump designó a Randal Quarles para ocupar la vicepresidencia de supervisión en la Junta de Gobierno, el puesto de regulación financiera de más alto rango en todo el gobierno estadounidense.
El perfil de Quarles ofrece una señal de que la administración de Trump está dispuesta a desmantelar el status quo que ha regido a la operación de la Reserva Federal en los últimos años. Quarles fungió como subsecretario de finanzas domésticas y secretario asistente de asuntos internacionales en el Departamento del Tesoro de la administración de George W. Bush, un gobierno que hizo de la desregulación una prioridad de política pública. Antes de eso, ejerció como abogado privado para el sector financiero.
Esto marca un rompimiento respecto a la línea dura que adquirieron el banco central y otros reguladores federales en relación a la supervisión de las instituciones financieras en el periodo posterior a la crisis.
El consenso de analistas plantea que la laxitud regulatoria del gobierno federal antes de la crisis de 2008 incentivó la toma de riesgo excesiva de parte de las grandes instituciones financieras, derivando, eventualmente, en un colapso del sistema financiero global.
No obstante, Quarles ha dicho públicamente que las restricciones impuestas a los bancos por la Ley Dodd-Frank, en el 2010 a veces resultan excesivas ya que tienen un sentido político y no económico.
El hombre de Goldman Sachs
La administración de Donald Trump ha sido clara respecto a su intención de desregular a la economía, particularmente al sector financiero. Esta ha sido una de las primeras prioridades de Gary Cohn, el director del Consejo Económico Nacional y quien, según la prensa estadounidense, representa la voz más confiable para el presidente Trump en temas económicos.
Esta semana, el portal Politico publicó que, de acuerdo a dos funcionarios anónimos de la Casa Blanca, Donald Trump está evaluando designar a Gary Cohn como presidente de la Reserva Federal en 2018.
Esta decisión es congruente con el discurso y las acciones de Trump en materia regulatoria. Cohn fue presidente y director de operaciones de Goldman Sachs antes de incorporarse al equipo económico de la Casa Blanca. Fue el segundo personaje de más alto rango en uno de los bancos que estuvieron al centro del colapso financiero del 2008. La iglesia en manos de Lutero.
Además, la salida de Cohn de la administración de Donald Trump podría leerse como la pérdida de un aliado para México al interior de la Casa Blanca profundamente dividida en temas económicos. Gary Cohn representa el contrapeso a favor del libre comercio más notable, en relación a la influencia de personajes como Stephen Bannon y Peter Navarro, quienes promueven un proyecto de nacionalismo económico contrario a los intereses de México.
Cambio de ciclo
La transición política de la Reserva Federal ocurre en medio de su mayor transición de política económica desde la crisis de 2008. Después del colapso financiero, el banco central llevó la tasa de interés de referencia a niveles cercanos a cero y emprendió un programa heterodoxo de compra de activos para inyectar liquidez a la economía.
Este experimento ayudó a consolidar la recuperación, pero es referido como la mayor distorsión financiera en la historia. La hoja de balance del banco central pasó de 870 mil millones de dólares, en agosto del 2007 a 4.5 billones de dólares en 2017.
Ahora, la Reserva Federal pretende “normalizar” su postura de política monetaria mediante alzas a la tasa de interés de referencia y una reducción de su hoja de balance.
El perfil de la Junta de Gobierno será determinante para la ejecución de un proceso delicado para los mercados financieros, particularmente para las economías emergentes.
La administración de Donald Trump parece privilegiar posturas conservadoras con experiencia en el sector privado por encima de figuras internas de la Reserva Federal, asociados a perfiles académicos o con experiencia en el sector público.
El cambio de ciclo en la Reserva Federal coincide también con un movimiento en el Banco de México.
El mandato del gobernador Agustín Carstens expira en noviembre de este año. El secretario de Hacienda, José Antonio Meade, y Alejandro Díaz de León, subgobernador de Banco de México, han sido referidos por la prensa mexicana como los candidatos más viables para suceder a Carstens.