La última vez que la economía mexicana entró en una recesión de escala completa fue en el 2009, en el punto más álgido de la crisis financiera global. En ese año, el PIB de Estados Unidos se contrajo 2.8 por ciento y el efecto se reprodujo en México, donde el PIB presentó una caída anualizada de 4.7 por ciento.
A diferencia de lo que sucedió en las crisis mexicanas de fin de sexenio de 1976, 1982 y 1994; la recesión de 2009 fue importada desde el exterior. El evento fue una exhibición patente y brutal de la dependencia de la economía de México respecto a la economía estadounidense, dependencia que hoy sale a relucir en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Estados Unidos representa el destino del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas. En el último año, los ingresos del sector exportador que se obtuvieron a partir del mercado estadounidense significaron alrededor de una cuarta parte del PIB de México.
Presten atención: Bullard
Por eso, las declaraciones recientes de James Bullard, el presidente de la Reserva Federal de St. Louis, adquieren relevancia: “Existe un riesgo material de que se invierta la curva de rendimientos (de los bonos del Tesoro de Estados Unidos) en el horizonte cercano que plantean nuestros pronósticos si el Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal continúa con el curso actual de la política monetaria”.
El banco central estadounidense ha elevado su tasa de interés de referencia de manera consistente desde diciembre del 2015, cuando se realizó el primer incremento en casi una década. Desde entonces, la diferencia entre el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años y los bonos del Tesoro a dos años se ha cerrado dramáticamente. En diciembre, la diferencia era de 129 puntos base; ahora es de 60 puntos base.
La curva de rendimientos invertida, fenómeno que hace referencia a una situación en la que los bonos de corto plazo presentan mayores rendimientos que los bonos de largo plazo, es citada por la literatura económica como un pronóstico confiable de que la economía se acerca a un periodo de desaceleración.
Esta variable ha permitido anticipar todas las recesiones de la economía estadounidense al menos desde la década de los 70. James Bullard argumenta que la evidencia empírica que valida su capacidad de proyección es “relativamente fuerte”. La última vez que se presentó una curva de rendimientos invertida fue poco antes de la Gran Recesión.
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