Espejo turco
México no es la única economía emergente que se encuentra bajo la presión de las firmas calificadoras. La semana pasada, Moody’s redujo la calificación de la deuda soberana de
Turquía del grado de inversión Baa3 a Ba1, un nivel de bono basura.
Rodrigo Carbajal
México no es la única economía emergente que se encuentra bajo la presión de las firmas calificadoras. La semana pasada, Moody’s redujo la calificación de la deuda soberana de
Turquía del grado de inversión Baa3 a Ba1, un nivel de bono basura.
Esto ocurrió después de que Moody’s puso en revisión la calificación de deuda del país tras el intento de golpe de Estado del 15 de julio. Sin embargo, más allá de consideraciones políticas, los argumentos para justificar la rebaja han hecho eco en la realidad económica de México.
Moody’s expresó que Turquía perdió su grado de inversión debido a crecientes necesidades de financiamiento externo, un debilitamiento de los fundamentos de crédito y una tasa de bajo crecimiento sostenida.
En México, la lenta expansión del producto interno bruto y el deterioro de los fundamentales de crédito también fueron citados como motivos de preocupación cuando S&P rebajó la perspectiva de calificación de deuda soberana de estable a negativa a finales del mes pasado.
En consecuencia, la Secretaría de Hacienda propuso un recorte al gasto público de casi 240 mil millones de pesos en el Paquete Económico 2017. El discurso oficial refiere que esta medida tiene el objetivo explícito de mejorar el nivel de deuda pública del gobierno federal para salvaguardar la estabilidad macroeconómica.
México, como Turquía, cuenta con un andamiaje de política económica que lo vuelve altamente dependiente de los flujos de capital externos. La pérdida de grado de inversión podría dar curso a una salida masiva de capitales. La mayoría de los grandes fondos de inversión globales están limitados a invertir en activos a los que al menos dos de las tres principales calificadoras les haya otorgado el grado de inversión.
Para el caso de Turquía, únicamente Fitch le otorga el grado de inversión, lo que ha derivado en pérdidas significativas para los activos del país. Tras la rebaja de Moody’s, el mercado de valores de Estambul registró el peor desempeño entre 90 índices que son seguidos por Bloomberg.
Asimismo, el costo para asegurar un bono soberano a cinco años se incrementó a 248 puntos base, el doble que lo que registra la media de bonos con el mismo nivel de calificación de deuda. En la misma línea, la prima de riesgo del bono soberano a diez años se incrementó 28 puntos base, superando a cualquier otro activo emergente con ese plazo.
Las pérdidas de los activos turcos podrían exacerbarse. Citigroup calcula que las ventas forzadas de bonos turcos podrían alcanzar los 3 mil millones de dólares. JP Morgan es aún más pesimista ya que estima que estas ventas de emergencia llegarían hasta 8.7 mil millones de dólares en caso de un episodio de estrés.
Moody’s argumenta que el deterioro del balance de riesgos de Turquía podría prolongarse por dos o tres años: “ El riesgo de un cambio súbito en la entrada de flujos de capital externos, un rápido descenso en las reservas y, en el peor de los casos, una crisis de balanza de pagos se ha incrementado.”
Advertencia evidente
Aunque la posición externa de México no es crítica, analistas consideran que los laxos controles de capital y el hecho de que el 35 por ciento de los valores gubernamentales están en manos de residentes extranjeros pueden transformarse en una crisis de balanza de pagos si el entorno se torna adverso.
La marcada depreciación del peso ha puesto de relieve que los activos mexicanos son punto de partida para registrar el sentimiento de los inversionistas hacia los activos emergentes. En ese sentido, la pérdida del grado de inversión de los bonos turcos emerge como una advertencia para el manejo macroeconómico de México.