Durante los primeros diez años del siglo 21, varios países de América Latina, cansados de la corrupción endémica de sus gobernantes, la desigualdad social y repetidas crisis económicas, pusieron sus esperanzas en partidos de izquierda que prometían democracias con un énfasis más social.
Los nuevos gobiernos fueron impulsadas por analistas europeos que aseguraban que las economías de la región crecerían exponencialmente y el potencial de sus mercados evidenciaba un futuro próspero para sus ciudadanos.
Las izquierdas sudamericanas lucharon por más de una década para dejar de ser el patrio trasero de Estados Unidos y negociar con el titán del norte en igualdad de circunstancias.
Justicia migratoria, fin del imperialismo y el freno al capitalismo rampante fueron algunas de las banderas que los gobiernos socialistas sudamericanos enarbolaban.
Quince años después del inicio de esas transiciones democráticas, los pueblos todavía no sienten de manera tangible los resultados de todas esas promesas.
Y además, la corrupción y el despilfarro continúan, los conflictos no desaparecen y polarización social ha hecho que la esperanza de un cambio rápido se hayan esfumado.
Cada vez más, es evidente que los gobiernos de estos países nunca fueron capaces de combatir con resultados y bonanza social los problemas que le achacaban al imperialismo yanqui y europeo. Otros consideran que los países desarrollados nunca otorgaron una oportunidad real a estos países para lograr sus objetivos.
La victoria de la derecha argentina no sólo pone fin a 15 años de peronismo kirchneriano, sino que abre las puertas para que regresen las condiciones impuestas por el primer mundo.
Mauricio Macri despide al peronismo
El nuevo presidente electo de Argentina ha logrado desterrar una larga tradición política impuesta por los Kirchner.
Néstor Kirchner fue capaz de sacar a Argentina de la crisis de principios de la década pasada, pero cuando fue reemplazado por su esposa Cristina, el fantasma del populismo peronista se postró de nuevo sobre la Casa Rosada.
Sin embargo, la falta de equidad y justicia que ha sufrido el pueblo argentino en los últimos cincuenta años ha provocado que aun con la salida de Kirchner, la sociedad siga dividida.
Han sido unas elecciones apretadas y muchos consideran que la elección de Macri es un salto al pasado. Algunos ya anticipan procesos similares a los que se vivieron con Carlos Menem en los años noventa.
Maduro no madura
El presidente de Venezuela ha tratado, sin mucho éxito, de perpetuar la popularidad alguna vez alcanzada por su antecesor Hugo Chávez.
El fenómeno Chávez fue posible debido a la desigualdad y falta de oportunidades que perpetuaban la clase política y los poderes fácticos venezolanos. Cuando el ex militar tomó el poder del país, éste se dividió dramáticamente.
Sin embargo, las bases populares que encumbraron a Chávez se mantuvieron relativamente leales hasta su muerte. Pero el carisma y el tamaño político de Nicolás Maduro no es comparable al de Hugo Chávez.
Su falta de recursos intelectuales y su incapacidad política han reavivado a la oposición venezolana financiada desde Miami y otras partes de Estados Unidos.
Con un escándalo de drogas al interior de su familia y protestas contra su gobierno por el controversial encarcelamiento de Leopoldo López, principal líder opositor, no es descabellado pensar que Maduro sufrirá derrotas fuertes en las próximas elecciones parlamentarias.
Esto seguramente lo debilitará hacia la elección presidencial de 2019.
Macri, el flamante presidente de Argentina ya anticipó su antipatía hacia el régimen de Maduro y prometió denunciar sus excesos en el Mercosur.
Los dilemas de Dilma
Hace menos de cinco años Brasil encabezaba la lista de las economías emergentes más importantes del mundo.
Europa y Estados Unidos se apresuraron a estrechar sus relaciones con el gobierno carioca y Luiz Inácio Lula da Silva era, según el mismo Barack Obama, el presidente más ejemplar en todas América Latina.
Pronto, las grandes potencias del mundo se dieron cuenta que Brasil no era el paraíso que ellos esperaban.
Brasil organizó el Mundial de Futbol en medio de protestas, escándalos de corrupción y malos manejos financieros.
Ya con Dilma Rousseff al frente del gobierno y con los Juegos Olímpicos de Río a la vuelta de la esquina, la situación no ha mejorado.
El futurista británico Jim O’Neil acuñó los términos BRICS (Brasil, Rusia, India, Corea del Sur y Sudáfrica) y MINT (México, Indonesia, Nigeria y Turquía) para referirse a las economías más prometedoras del mundo.
Brasil, en particular, enfrenta una crisis de gobernabilidad severa que muy difícilmente le permitirá lograr las previsiones hechas por el economista británico hace unos años.
O’Neil tal vez deba pensar en esconder su cabeza debajo de la tierra ante la imprecisión de su opinión ‘experta’.
La popularidad de Dilma está a la baja y a pesar de que la solicitud para enjuiciarla políticamente ha perdido fuerza, las acusaciones podrían retomarse en 2016.
Se le acaba la cuerda a Correa
El actual presidente socialista de Ecuador no podrá competir en la elección presidencial de 2017.
La Asamblea de su país ha enmendado la ley y ésta ahora prohíbe permanecer al frente del ejecutivo por más de dos periodos.
Sin embargo, Correa ha asegurado que si la oposición no favorece las necesidades del pueblo se volverá a lanzar al máximo cargo en 2021.
Mujica y Evo: garbanzos de a libra
El ex presidente de Uruguay sigue siendo un referente de austeridad y sabiduría para muchos izquierdistas latinoamericanos.
Esto, sin embargo, no fue un factor para que durante su gestión hubiera grupos grandes que se opusieran a sus propuestas socialistas.
A pesar de la oposición de los poderes fácticos, Mujica pasará a la historia como el primer presidente latinoamericano que legalizó la marihuana, que no se enriqueció durante su mandato y que entregó la presidencia a un candidato de izquierda.
El caso de Evo Morales es diferente. El presidente de Bolivia acaba de romper el récord como el mandatario más longevo en la historia de su país.
Uno de los pocos líderes bolivianos de origen indígena, todavía goza del apoyo del país con la mayor población autóctona.
Se espera que Evo Morales dure en el poder un lustro más, aunque los enfrentamientos con el gobierno de Estados Unidos por cuestiones relacionadas a la producción de la cocaína impedirán que su gestión carezca de tormentas.
Morales se ha declarado amigo de Nicolás Maduro, de Cristina Kirchner, Rafael Correa y Fidel Castro.
Por otro lado, sostiene una disputa diplomática seria con Chile por encontrar una salida al mar para su país, pero ese conflicto no se resolverá pronto.
Mientras los años pasen, Evo se irá quedando sólo en los foros internacionales y habrá que ver si esto no mengua su poder político al interior de su país y en la región.
Salvo algunas excepciones, la historia de los últimos diez años ha mostrado que la mayoría de las izquierdas sudamericanas basaron sus idearios en ideas anacrónicas.
No supieron jugar con los tiempos, con las circunstancias modernas ni tampoco dilucidar una alternativa real para contrarrestar el capitalismo que tanto rechazaron.
El pueblo se cansó y les ha dado la espalda.
Es momento de esperar y ver si el ciclo se repetirá en algunos años o si las derechas, que irán tomando el poder en América del Sur, podrán finalmente combinar estabilidad económica con justicia social y respeto a los derechos humanos.