Detrás del regreso a clases en América Latina
Esta semana, El Salvador y República Dominicana se sumaron a los países que reabrieron sus escuelas, algo que pudieron realizar debido a la exigencia social y al número de su población. Sin embargo, se espera que sigan tomando las medidas sanitarias necesarias para evitar picos de contagios y ofrecer ayuda psicoemocional para agilizar la adaptación en los menores
Fernanda MuñozEn América Latina, miles de niños y niñas han dejado de estudiar en casa para volver a los colegios, a los lugares que, por poco más de un año, dejaron de asistir debido a la pandemia por coronavirus.
El pasado 6 de abril, fueron El Salvador y República Dominicana los que anunciaron la reapertura de algunos de sus colegios, sumándose así a la lista de los estados que ya lo habían realizado, como Argentina, Chile y Uruguay, donde reabrieron sus escuelas desde febrero y marzo de este año.
De acuerdo con el Ministerio de Educación del gobierno de El Salvador, fueron poco más de tres mil 500 centros educativos públicos y privados los que abrieron sus puertas, mientras que en República Dominicana, según su respectivo Ministerio, sólo mil 958.
En ambos casos, se detalló que el regreso a clases presenciales se daría de manera gradual y semipresencial, permitiéndole a las familias elegir entre volver a los salones o seguir con la modalidad online, televisiva o radiofónica.
Y aunque el regreso a clases presenciales le expande el abanico de oportunidades a los niños y niñas para que sigan estudiando, también se da en un momento en el que el continente americano sigue siendo el que más contagios de COVID-19 tiene en todo el mundo.
Según el reporte del pasado 7 de abril de la Secretaría de Salud federal del gobierno mexicano, de los 132 millones 46 mil 206 casos confirmados a nivel mundial, 57 millones 35 mil 136 fueron registrados en América, 11 millones más que en Europa y 42 más que en Asia Sudoriental.
Al respecto, la internacionalista Dora González, académica de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, señala que la reapertura de los colegios en estos países se dio, primordialmente, por la presión social que existe entre la población.
“Creo que esto de semipresencial sirve para tranquilizar un poco a los grupos sociales que están implicados (…) También hay que considerar que, en el caso de El Salvador, no estaban teniendo las medidas del margen digital para poder adaptarse a la educación cien por ciento en línea, sobre todo en las escuelas públicas”, dice la académica.
Por otra parte, para la especialista, la reapertura de colegios se pudo facilitar más en estos territorios debido al número de su población, pues en caso de que la situación no resulte muy bien y se registre un ascenso de contagios, pueden actuar más rápido que en otros países.
En ese sentido, admite que, de continuar con el regreso a clases en el resto de América Latina, definitivamente lo seguirán haciendo países centroamericanos, “porque les es más fácil movilizar territorialmente una respuesta de emergencia si hay contratiempos. En cambio, en territorios grandes como el nuestro, Brasil o Colombia, el reto es bastante difícil”.
“En comparación con Europa, no creo vaya a ser así de inmediato, más bien va haber retrocesos, crestas de subida y bajada, porque no ha habido una disminución (de contagios), más bien ha habido olas epidémicas y posiblemente puede que caiga en toda la región de América y el Caribe”, resalta la internacionalista de la UNAM.
Atención necesaria a salud en América Latina
Al anunciar el regreso a clases presenciales, los gobiernos latinoamericanos enfatizaron que reforzarían las medidas sanitarias con el fin de cuidar la salud de los estudiantes y del personal académico.
Pero además, El Salvador detalló que, por su parte, ofrecería una ayuda psicoemocional durante la primera semana de clases para ayudar a los niños y niñas a adaptarse a la escuela tras un tiempo largo en confinamiento.
Emiliano Villavicencio Trejo, jefe de Posgrado de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad La Salle, comparte al respecto que es muy importante que se ofrezcan este tipo de apoyos, pero no sólo para ayudar a los menores a afrontar una “nueva normalidad”, sino también para superar la pérdida de familiares o de las actividades a las que estaban acostumbrados.
“Debemos atender este punto porque definitivamente puede haber incluso bajas (escolares), manifestaciones de conductas inadecuadas como llantos, mal comportamiento, conducta agresiva, que todo ello probablemente sea el reflejo de cómo los pequeños enfrenten esta situación de pérdida, y no sólo de pérdidas por la muerte, sino a la normalidad anterior a la pandemia”, detalla.
Así, Villavicencio Trejo considera esencial no sólo ofrecer esta ayuda psicoemocional durante la primera semana de clases, sino por al menos seis meses, tiempo en el que la gente tiende a adecuarse a diferentes ambientes.
De este modo, se espera que, al igual que en El Salvador, otros gobiernos decidan tomar esta opción por el bien de los estudiantes y docentes, y para mejorar su sistema educativo.