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El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, está ocasionando un conflicto político a más de 10 mil kilómetros de distancia de su país.
Por invitación del partido republicano en la Cámara de Representantes, Netanyahu daría hoy un discurso ante el Congreso de Estados Unidos (EU) para pronunciarse en contra del acuerdo nuclear entre Irán y las potencias occidentales.
El problema es que el jefe de Gobierno de Israel ni siquiera contempla saludar al presidente Barack Obama, cuya administración ha impulsado las negociaciones nucleares con Irán a las que Netanyahu tanto se opone.
Al menos una sexta parte de los congresistas demócratas no asistirán al discurso de Netanyahu, pues el partido culpa al líder de los republicanos en la Cámara de Representantes, John Boehner, de invitar al israelí con fines políticos.
Al mismo tiempo, opositores israelitas tildan de inapropiada la actitud del primer ministro por intervenir en la política interior de EU y porque Netanyahu busca la reelección en las próximas elecciones parlamentarias del 17 de marzo.
Aun así, el líder de Tel Aviv justificó ayer su visita como un asunto que beneficia a su país, durante una intervención en la conferencia anual del Comité Estadounidense de Asuntos Públicos de Israel (Aipac, por sus siglas en inglés).
“Mi discurso (en el Congreso) no pretende mostrar ningún irrespeto al presidente Obama ni al estimado cargo que él posee”, expresó Netanyahu en su primer acto público en EU.
Ante las críticas que tachan su viaje de propaganda electoral, el jefe de Gobierno israelí alegó que tiene una “obligación moral” de hablar ante los estadounidenses debido al presunto armamento nuclear de Irán.
“Tengo la obligación moral de alzar la voz ante estos peligros mientras haya tiempo de evitarlos”, afirmó, “por más de 2 mil años, mi pueblo, el pueblo judío, no tuvo Estado, estuvo indefenso, sin voz.
“Hoy ya no guardamos silencio. Hoy tenemos una voz. Y mañana, como primer ministro del único Estado judío, planeo usar esa voz”.
Líderes en conflicto
Barack Obama ha justificado su rechazo a reunirse con Netanyahu con el argumento que una norma de la Casa Blanca impide al presidente reunirse con líderes extranjeros que están buscando reelegirse.
Pero las declaraciones del secretario de prensa de la Casa Blanca, Josh Earnest, han dejado entrever un enfriamiento de la relación entre ambos líderes.
“No he revisado la agenda del presidente para mañana (hoy)”, dijo ayer Earnest, “(pero) dudo que pase todo su tiempo viendo el discurso (de Netanyahu)”.
Algunos analistas perciben que, bajo el mandato de Obama, las relaciones diplomáticas entre EU e Israel se han enfriado.
El año pasado, el Departamento de Estado de EU criticó la Operación Margen Protector, en la que Israel bombardeó instalaciones de la ONU en la Franja de Gaza, lo que provocó la muerte de miles de civiles, mujeres y niños.
Además, ambos mandatarios discrepan en la forma en la que debe abordarse el asunto nuclear de Irán: mientras Obama pide diálogo y acuerdos, Netanyahu exige una política de cero tolerancia.
La embajadora de EU en la ONU, Samantha Power, defendió ayer la estrategia de la Casa Blanca y aseguró que la unión entre Washington y Tel Aviv sigue firme.
“Esta alianza nunca debería ser politizada y no puede y nunca será manchada ni destruida”, manifestó Power en la conferencia de la Aipac.
“Creemos que la diplomacia es la ruta preferida para asegurar nuestro objetivo común, pero si la diplomacia falla conocemos los riesgos de un Irán armado nuclearmente, como todos los demás aquí lo saben.
“Nunca habrá un ocaso en el compromiso de EU con la seguridad de Israel. Nunca”.
Estadounidenses divididos
Casi la mitad de los votantes de EU opinan que los congresistas republicanos no debieron invitar a Netanyahu sin antes consultar al presidente Obama, reveló el domingo una encuesta de NBC y Wall Street Journal.
Una encuesta similar de The Pew Research Center halló que sólo 38 por ciento de los estadounidenses tienen una opinión favorable del israelí, pero que 27 por ciento lo ven de forma desfavorable y que 35 por ciento no tiene opinión de él.
Mientras que el 53 por ciento de los republicanos lo ve de forma positiva, sólo 28 por ciento de los demócratas tienen una buena opinión de él.