Las lágrimas de Obama
La administración de Barack Obama, ha tocado fondo. El cambio que prometió el senador de Illinois en 2008 no ha sido el que se esperaba y hace apenas unos días, con lágrimas en los ojos, Obama expresó su frustración por no poder evitar los asesinatos masivos que suceden casi todos los días en su país.
El presidente y la primera dama son políticos modernos. Pragmáticos, sencillos, entusiastas, honestos y educados.
Sergio Almazán
La administración de Barack Obama, ha tocado fondo. El cambio que prometió el senador de Illinois en 2008 no ha sido el que se esperaba y hace apenas unos días, con lágrimas en los ojos, Obama expresó su frustración por no poder evitar los asesinatos masivos que suceden casi todos los días en su país.
El presidente y la primera dama son políticos modernos. Pragmáticos, sencillos, entusiastas, honestos y educados.
Es verdad que las formas durante su gestión se han democratizado y relajado. La diversidad ha sido encumbrada en la Constitución y, además, su gobierno ultimó a Osama Bin Laden.
Pero en el fondo, los grandes problemas de Estados Unidos persisten. Más allá de la amenaza del terrorismo islámico, Estados Unidos se está desmoronando desde sus entrañas.
Las promesas y propuestas del ejecutivo se enfrentan todos los días a un Congreso reaccionario que paraliza constantemente su implementación. No hay avances claros, pero sí retrocesos.
Estados Unidos es un país más polarizado, cada vez más violento, empobrecido financiera y culturalmente, y muy atemorizado.
Un país que vive con miedo concluye que sin armas en sus hogares, son vulnerables para un enemigo sin rostro que los asecha sin descanso.
Propuestas con sabor a derrota
Barack Obama anunció esta semana una serie de acciones ejecutivas dirigidas a optimizar el control de armas.
Éstas incluyen: fortalecer la verificación de antecedentes de los propietarios, contratar más agentes especiales, aumentar los fondos para el tratamiento de enfermedades mentales y financiar la investigación sobre tecnología para la seguridad de armas.
El momento cuando Obama – con la voz rota y la emoción a flor de piel – enlistó a las víctimas de los tiroteos masivos en EU dio la vuelta al mundo.
Después de secarse las lágrimas, Obama fue asertivo y dijo que a pesar de no poder salvar a todos, cree que salvar a algunos hará la diferencia.
Pero las lágrimas de Obama van más allá de los niños e inocentes estadounidenses que han muerto en el último año.
Todos los días, niños en Siria y en Irak también mueren de forma trágica, pero para Obama y sus connacionales, esas pérdidas son daños colaterales.
La prioridad para Estados Unidos es lo que sucede al interior de sus fronteras. Y en ese objetivo no han podido ser exitosos.
La frustración evidente en los sollozos del presidente se debe no sólo a los muertos, sino a que lo que el buscaba – poner un alto a las libertades que existen para comprar armas en Estados Unidos – parece imposible.
Más allá del discurso patriotero de miles de republicanos y extremistas milicianos, la venta de armas es uno de los negocios más redituables en la Unión Americana.
Los cabilderos de las empresas productoras de pistolas, rifles y municiones invierten millones de dólares para “convencer” a los diputados y senadores de impedir a toda costa cualquier cambio que atente contra sus intereses financieros.
Ni las lágrimas del hombre más poderoso del mundo harán cambiar la opinión de aquellos cuyo poder reside en el tamaño de sus bolsillos.
Hoy, Obama vive en carne propia lo que Estados Unidos suele hacerle a los gobiernos democráticos, cuyas propuestas no coinciden con los intereses de los grandes capitales estadounidenses: bloquearlos y desprestigiar su efectividad.
No, porque lo digo yo
Mucho antes de que Obama apareciera en televisión, todos los precandidatos republicanos a la presidencia de EU ya habían prometido repeler las acciones propuestas por su presidente.
Antes de incluso saber cuáles serían exactamente las propuestas de Barack Obama para controlar la portación y compra de armas, los candidatos republicanos condenaron anticipadamente y juraron deshacer cualquiera de esas políticas en caso de ser electos.
Después de que el presidente explicó su plan, como si no hubieran puesto atención a los puntos explicados, los republicanos continuaron con la desaprobación.
Usando uno de los recursos favoritos para desprestigiar una propuesta progresista, el gobernador de Nueva Jersey dijo que Obama actuaba como un dictador.
Ben Carson dijo que no confía en la promesa de Obama de poder retener su arma si cumple con los requisitos impuestos, y mencionó Obamacare como otro de los intentos fallidos del presidente por dotar de más poderes al Estado.
Marco Rubio dijo que las medidas no detendrán a los criminales; Carly Fiorina instó a Obama a concentrarse en ISIS; y Donald Trump dijo no estar preocupado y aseguró que cuando él gane la elección, echará para atrás todo lo que Obama haya autorizado.
Finalmente, Mike Huckabee se atrevió a decir que lo mejor que podría hacer Obama es prohibir el aborto y así realmente defender la vida de los estadounidenses.
Futuro sin sentido
Los esfuerzos de Obama han sido reconocidos por los grupos que apoyan más controles a las armas. Obama sabe que estos cambios no resolverán el problema de fondo y también sabe que la situación se puede salir de control en cualquier momento.
Por ejemplo, los cabilderos de las compañías de armas quieren aun más privilegios.
Autorizaciones legales que les permitan vender a los ciudadanos no solo pistolas semi-automáticas sino también armas automáticas normalmente destinadas para la policía y el ejército.
Debido al miedo por el extremismo islámico, la falta de empleo y la violencia en Estados Unidos, la demanda por más armas está creciendo y no se detendrá pronto.
Obama, las estadísticas que prueban que poseer armas es más peligroso que no tenerlas, los activistas pacifistas y el mundo que entiende los argumentos anti-armas seguirán yendo contracorriente en un país que ama a sus pistolas tanto como a sus genitales reproductores.