En Myanmar el tiempo se detuvo y la democracia con él. A una década de que los militares perdieran su mandato, éstos volvieron al poder y dejaron en incertidumbre los avances sociales y políticos que se venía gestando en el país.
El pasado 31 de enero se dio a conocer que el Ejército detuvo a quien era la consejera de Estado de Myanmar, Aung San Suu Kyi; a su presidente, Win Myint, así como a los diputados del partido que lideran, la Liga Nacional para la Democracia (NLD).
Con el avance de estas actividades, los militares propiciaron un golpe de Estado bajo la justificación de que la unidad de su país estaba en peligro, pues, según su postura, en las elecciones generales del 2020 se llevó a cabo “un grave fraude electoral”.
De acuerdo con el Consejo Electoral de Myanmar, el partido liderado por la activista Suu Kyi se llevó las votaciones del pasado 8 de noviembre, ganando 83 por ciento de los 476 escaños en el Parlamento, mientras que el partido de los militares, el Partido de la Solidaridad y Desarrollo de la Unión (USDP), solo consiguió 33 escaños.
Así, tomando como escudo la Constitución que crearon en 2008 -la cual establece que los militares pueden tomar el poder si consideran que existe un grave peligro para la unidad de su país-, el Ejército anunció que estará al frente de su nación por un año.
Se espera que, pasado ese periodo de tiempo, en Myanmar vuelvan a celebrarse otras elecciones generales y le den el mandato a quien haya recolectado la mayoría de los votos.
Tomando eso en cuenta, la maestra Dora Isabel González Ayala, internacionalista de la FES Acatlán, considera que, para ese entonces, la popularidad de Suu Kyi irá en aumento debido a la situación en la que se encuentra, algo que no podría suceder con los militares.
Para ella, el Ejército quedarían “muy fuera de lugar”, porque quizá algo que ellos consideran como una costumbre, el generar intervenciones militares, hoy en día ya no se considera adecuado ni es silenciado.
“Si no llegan a un acuerdo y a un consenso más pacífico y democrático, a una solución de controversias y de autodeterminación adecuada, esto podría pasársele de las manos a ellos mismos, y más considerando lo delicada que está ahorita la situación, el entorno geopolítico en el que interactúan”, señala la maestra, enfatizando la falta de comunicación en la que se encuentran los birmanos por órdenes de los militares, y las llamadas de atención de otros gobiernos internacionales.
Desde que se dio a conocer la detención de la también ganadora del Nobel de la Paz, Suu Kyi, diferentes jefes de Estado han alzado la voz para su liberación y la del presidente, acentuando que lo más factible es un diálogo incluyente y constructivo.
Entre los países que se han manifestado en favor de la democracia y la libertad en Myanmar son México, Estados Unidos, China, la India, Noruega, Reino Unido, entre otros.
“La comunidad internacional debe unirse en una sola voz para presionar a los militares birmanos para que renuncien inmediatamente al poder que han tomado (…) Trabajaremos con nuestros socios en toda la región y el mundo para apoyar el restablecimiento de la democracia y el estado de derecho”, enfatizó, por ejemplo, el presidente Joe Biden.
De camino a las elecciones de Myanmar
De seguir con el plan que tiene hasta ahora el Ejército, en Myanmar se celebrarían las próximas elecciones generales en un año, tiempo en el que los partidos políticos pueden recolectar votos.
Al respecto, la maestra Norma Soto, internacionalista de la Universidad La Salle, destaca que, para avanzar en la carrera política y poderse mantener, los contendientes, primero que nada, tienen que actuar por la vía legal para así proponer las mejores alternativas que concilien con todos los intereses y resuelvan los problemas de manera directa.
En ese sentido, Soto agrega que se debe luchar contra los desafíos políticos, sociales, económicos y étnicos que este año se han presentado en Myanmar, sobre todo con el golpe de Estado de los militares, quienes, de acuerdo con la historia de su mandato, han dejado a un país con muchos desequilibrios.
“La Liga Nacional para la Democracia, por ejemplo, tiene que reafirmar lo que ellos ya estaban llevando a cabo y tratar de conciliar todos los intereses de las étnicas para poder continuar”, dice.
Finalmente, en referencia a una posibilidad de cambiar la Constitución para que ésta ya no favorezca tanto a los militares, la maestra González Ayala destaca que esta opción podría tener dos caminos: el reforzamiento de los grupos de interés, y el escuchar a la mayoría y a sus necesidades; sin embargo, todo dependerá del mismo Ejército.
“Quizá al final sí termine habiendo un cambio constitucional porque es la tendencia que está teniendo Myanmar, pero la manera en que llegue, los años que se pueda alargar eso, dependerá precisamente de esta consciencia que exista de qué tan delicada es su situación geopolítica, étnica y política”, detalla la especialista.