“Los hijos que tenemos a nuestro papá o mamá desaparecidos pasamos por procesos de ansiedad y depresión muy fuertes, nunca lo expresamos, pero lo sentimos. Es muy difícil encontrar espacios donde nos sentimos seguros, la mayoría estamos ocultos y no salimos”, escribió Juan Carlos Lozada en su Twitter.
Debe ser un “infierno”, como lo describe Rosy Zurita en la misma red social, tener un familiar desaparecido, en su caso, no es uno de sus padres, “pero sí un hermano”.
En México hay más de 100 mil personas desaparecidas, ¡100 mil! Niveles alarmantes estamos viviendo para la lentitud y desinterés con la que está actuando este régimen en cuanto a la crisis de desaparición de personas.
Más de 100 mil familias viven en la desesperación de no saber nada de ellos, viven con la esperanza de encontrarlos vivos o muertos , aunque sea doloroso.
Es injusto que las madres, padres, hijas o hijos de nuestros desaparecidos deben de conformarse con encontrar a sus seres queridos muertos, en una de las cientos de fosas clandestinas que hay en el país.
Fosas que se han convertido en cementerios en donde se encuentran cuerpos de jóvenes, mujeres y hombres, algunos de ellos buscados por décadas.
Tan solo en el mes de marzo, las Madres Buscadoras de Sonora encontraron en nueve fincas y tres predios ubicados en Jalisco, 71 cuerpos. Y pese a ello y a su ardua, cansada y dolorosa acción, siguen sin ser escuchadas en Palacio Nacional.
Si bien en el Senado recientemente se aprobó la creación del Centro Nacional de Identificación Humana, esto no es suficiente, porque hace falta una verdadera política pública de Estado que detenga las desapariciones en el país, como lo exigen colectivos, organizaciones y el Consejo Nacional Ciudadano del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas.
Mientras que algunos impiden que una glorieta se destine para honrar la memoria de las y los desaparecidos, los colectivos de madres y padres siguen en la búsqueda, siguen caminando terracerías para dar con los suyos, un trabajo que deberían realizar las autoridades de los tres órdenes de Gobierno y no las familias.
Hace un par de semanas, las hijas e hijos de personas desaparecidas en Monterrey realizaron un tendedero de protesta en él se leía: “ni un niño más sin su papá”, “no más desaparecidos, todos somos iguales”, “tener amor de nuestros padres y que nos escuchen. Tener paz”
No cabe duda que quienes conformamos el Estado en su conjunto tenemos una deuda histórica con las familias víctimas del delito de desaparición forzada, y con las y los desaparecidos. Es tiempo de unir esfuerzos para evitar que incremente la cifra de desaparecidos, de levantar la voz para que sean escuchadas sus familias y no haya más fosas clandestinas. Es tiempo de poner un alto y evitar las desapariciones.
Se necesita con urgencia y determinación proteger y cuidar a las y los ciudadanos, y no a los criminales. No se puede cuidar a los criminales cuando son éstos, en su mayoría, los responsables de las más de 100 mil desapariciones en México.