Si realmente quieres vivir un “buen fin” debes iniciar por tener un “buen principio”, de lo contrario probarás las hieles y no las mieles del gusto de estrenar. Pero ¿qué es un “buen principio”? Lo hemos platicado muchas veces y tiene que ver con la planeación financiera.
Empecemos por establecer qué es lo que queremos adquirir: computadora, teléfono, pantalla, viaje, etcétera. Enseguida comparemos los precios de hace algunas semanas con los que están poniendo de ¿promoción? Ahora toca turno de preguntarle a tu vilipendiada cartera
cómo se encuentra en estos momentos y si cree que se va a recuperar en los siguientes meses.
Con todas las tareas anteriores realizadas, es momento de que te sientes con plena conciencia, y de ser posible con alguna persona de toda tu confianza, a elaborar un presupuesto: qué sí y qué no quieres comprar y qué es lo que realmente puedes.
El siguiente paso consiste en calcular tu capacidad de endeudamiento, para lo cual no debes de ser matemático. Simplemente sumando y restando podrás determinar lo que debe salir de tu bolsillo para pagar en forma desahogada tus “gustitos”.
Si decides comprar a plazo, ponte como regla que el artículo comprado tenga una vida útil superior a lo que tardes en pagar para que en verdad te convenga el adquirirlo con la mentada promoción.
Finalmente, debes resistir tus impulsos compulsivos y aprender que muchas veces es mejor quedarse con las ganas de tal o cual cosa, a cambio de “comprar” tranquilidad para la cartera y para nuestro sistema nervioso.
La tercera ley de Newton dice que “a toda acción corresponde una reacción”. Yo te digo: a todo “buen principio” corresponde un “buen fin”. Eso también es una ley, te lo puedo garantizar.
Recuerda que “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.