Al filo de la navaja
¿Historias que contar? ¡Miles! Algunas vividas en carne propia y la mayoría como referencia de la gente que nos ha consultado al transcurrir de los años. De hecho, hace poco me enteré de que existe tipificado científicamente un trastorno límite de la personalidad, un tema muy serio y delicado del cual me deslindo por no […]
Gianco Abundiz¿Historias que contar? ¡Miles! Algunas vividas en carne propia y la mayoría como referencia de la gente que nos ha consultado al transcurrir de los años. De hecho, hace poco me enteré de que existe tipificado científicamente un trastorno límite de la personalidad, un tema muy serio y delicado del cual me deslindo por no tener la formación suficiente para profundizar en las entrañas de la mente. Lo que sí sé es que, en materia económica, muchísimas personas viven justo en “el límite” o, dicho mejor con la sabiduría popular, al filo de la navaja.
Estas personas son muy del estilo de pensar, decir y actuar con aforismos callejeros como el de “¿Qué tanto es tantito?” o “¿Quién me quita lo bailado?”, sin que se nos olvide por supuesto la celestial fórmula de “¡Dios proveerá!” (con el respeto que tengo al ser creyente, estoy seguro de que el Señor Dios está ocupado en cosas más importantes que andar arreglando mis boberías financieras).
Con todos los casos que conozco podría escribir una novela (que bien quedaría en el género de terror). Voy a compartir uno que es muy recurrente en el mundo actual: ¡un auto! Pareciera una competencia de quién tiene el mejor automóvil y, por supuesto, el más nuevo.
Para los jóvenes que pertenecen a la clase media es como una máxima: “En cuanto empieces a trabajar, lo primero que debes hacer es embarcarte con una carcacha…”. Ni tardos ni perezosos cumplen a cabalidad con este mandato y llegan a destinar al pago mensual montos superiores al sesenta por ciento de su salario. ¡Eso es una aberración! ¿Y el ahorro? Bien, gracias. No contentos con esto, finalmente termina el plazo de pago y ¿adivina qué hacen? ¡Claro! Van por otro carrito, no sea que se vayan a acabar. ¡Y no es privativo de las personas con poca edad! Conozco gente como yo de viejona —o hasta más— que hace exactamente lo mismo.
La idea central de este artículo es que cobremos consciencia de lo que significa un excedente, el cual puede tener muchos destinos, pero principalmente se debe buscar la generación de un fondo patrimonial (de lo que ya hemos platicado).
Decía mi madre, que en paz descanse, que “hay gente a la que le quema el dinero en las manos y lo único que quiere es gastarlo”. Palabras sabias.
Por favor, no vivas al límite, pues es altamente peligroso. A veces no se puede debido a un evento extremo que muchos podemos pasar, pero en la mayoría de los casos es provocado por nuestras malas decisiones. Hay quienes piensan que su situación financiera es una “mala racha”, cuando en realidad gastar al filo de la navaja se ha convertido en su estilo de vida.
Recuerda que “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.