Arder para creer
“Algunos hombres sólo quieren ver al mundo arder” Alfred Pennyworth – The Dark Knight (2008) Seguramente la mitad de las personas que están comenzando a leer esta opinión llegaron por curiosidad, por un link en Twitter o Facebook, aunque tal vez no terminen de leer la totalidad de los 2 mil 695 caracteres que conforman […]
Hidalgo Neira“Algunos hombres sólo quieren ver al mundo arder”
Alfred Pennyworth –
The Dark Knight (2008)
Seguramente la mitad de las personas que están comenzando a leer esta opinión llegaron por curiosidad, por un link en Twitter o Facebook, aunque tal vez no terminen de leer la totalidad de los 2 mil 695 caracteres que conforman la columna.
Algún otro porcentaje menor de lectores tuvieron el dedicado gusto de comprar un periódico en físico en pleno 2018, lo cual se agradece, pero ellos ¿también dejarán de leer el texto a medias o acabarán sólo por el morbo que les incita a seguir?
¿Quién lee realmente en estos tiempos? Me refiero al acto de tomar un libro— o ya de jodido un ebook— entre sus manos, no esa basura que son las redes sociales y servicios de mensajería instantánea.
Te has cuestionado, querida lectora o lector, si es que efectivamente tienes la dicha de saberte perder en el universo de las letras, ficción, poesía o ensayo por placer. ¿En verdad te has confrontado a esta pregunta?
En un presente en el que cada vez naufragan más editoriales en el planeta, donde se desconoce qué ocurre con los ejemplares que no son vendidos, es que estamos llegando a la horrífica distopía que Ray Bradbury pronosticó en Fahrenheit 451.
En el pasado, 65 años atrás, fue cuando el autor estadounidense escribió que los bomberos ya no se dedicaban a apagar incendios, sino a provocarlos e incinerar específicamente libros porque atentan contra la felicidad de la sociedad; porque es más fácil vivir en la bendición de la ignorancia.
“Era un placer quemar. Era un placer especial ver las cosas consumidas, ennegrecidas y cambiadas. Con la boquilla de latón en sus puños, con este gran pitón escupiendo su venenoso queroseno sobre el mundo, la sangre le golpeaba la cabeza y sus manos eran las manos de un asombroso conductor tocando todas las sinfonías del fuego y llamear para derribar los guiñapos y las ruinas de carbón de la historia”.
Así es como comienza esta novela, describiendo el éxtasis de su protagonista, Guy Montag al llevar hasta las cenizas a los grandes de la literatura universal, en un tiempo ulterior donde cualquier texto impreso está prohibido.
De la ficción se desprenden dos películas, la primera fue adaptada en 1966 por el cineasta François Truffaut y la más reciente, traída este año por HBO y dirigida por Ramin Bahrani.
La nueva cinta carece del espíritu y gusto hacia la nostalgia del libro como objeto, siendo una versión demasiado independiente de las letras de Bradbury, a su vez que el filme sesentero falta de los efectos especiales del día de hoy.
¿Acaso necesita todo arder para entonces tener que volver a creer que este futuro puede cambiar?