Entrar al campo de la ciencia ficción es sumergirse en un universo inexplorado, lleno de posibilidades, es un terreno infinito, llano y fértil, donde cualquier idea es palpable, eso es lo bello de este género que nos ofreció primero la literatura y ahora se explora en el séptimo arte.
Especular y crear en este ámbito es una proeza que pocos logran con certeza, ¿a qué me refiero? A que cualquier trabajo de ficción, sea el que sea, sin importar el género, tiene que ser creíble, se debe sentir real y que es posible, solo pregúntense ustedes, ¿qué película he visto o qué libro he leído, que se siente chafa o parece un churro?
Si una novela o película no tiene ciertos elementos de construcción narrativa se cae, es como una receta de cocina, si no se sigue al pie de la letra, quedará desabrido el platillo, no cuajará el postre o no levantará el pan, por ello, la ciencia ficción necesita de remaches, de tener una estructura mucho más sólida que otras historias, porque tiene que ser 100 por ciento real para los ojos que la leen u observan.
Creo que esto es lo que hace rica la producción Éxodo: La última marea (2021), que no necesita de grandes efectos especiales de computadora, o de un sorprendente presupuesto, para en verdad incidir en el público. Lo que la sostiene es su historia.
¿Y de qué va? El resumen es que nosotros, los seres humanos, jodimos el planeta, al punto en el que ya es inhabitable. Las guerras, las pandemias y el cambio climático dejaron a una Tierra totalmente devastada y, pues, solo los que tienen dinero pudieron escapar a Kepler 209.
Pero, claro, la curiosidad mató al gato, y un grupo de ahora keplerianos regresa para ver si hay condiciones de habitar el planeta, pero se encuentran con un mundo agreste en todos los sentidos, que los recibe con hostilidades, incluidas las de los humanos que se quedaron atrás.
Esta película de Tim Fehlbaum me queda claro que no será para todo el público, habrá quienes se sientan decepcionados o no entiendan la trama, pero, queridos lectores, de eso se trata la ciencia ficción, hay que arriesgar en ella, y además, aceptar las cachetadas de guante blanco que nos ofrece, historias como esta existen para dejar de hacernos de la vista gorda y enfrentarnos a la realidad, que el planeta se está muriendo por nuestra culpa.
Además, el cineasta suizo se acercó al Deutsches Zentrum für Luft-und Raumfahrt, o lo que es lo mismo, la NASA, pero de Alemania, para tener una precisión científica en el largometraje, y así escoger a Kepler 209 como el planeta a migrar. Este lugar no ofrece todas las bondades de la Tierra, el mensaje que Fehlbaum realmente quiere transmitir es que no hay toma dos en esta vida, solo tenemos una única oportunidad y la estamos desperdiciando.
Entonces, tomemos este ejemplo, vayamos beyond the unknown, o sea, más allá de lo desconocido, a la ciencia ficción arriesgada, para comprender nuestro presente que sí conocemos, pero no nos atrevemos a afrontar.
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