Nunca me ha molestado el caos, al contrario, persigo aquellos escenarios en los que se siente la turbulencia, donde reina el desasosiego, ahí donde se reta al límite la experiencia de saber vivir el conflicto, y cuestionar siempre la existencia del ser humano.
Llegó el Covid-19 a México y poco a poco comenzó el invisible malestar de la incertidumbre, la (des)información gubernamental, la falta de precaución y prevención pero, sobre todo, la constante duda de qué hacer con los espacios públicos y las aglomeraciones.
Se llevó a cabo el Vive Latino, que nos convirtió en vergüenza internacional por ir completamente en contra de las medidas sanitarias que se toman globalmente, y poco a poco, va feneciendo a partir de entonces la vida cultural nacional.
Cancelaciones, suspensiones o postergación de eventos teatrales y conciertos, entre otros espectáculos comienzan a darse, pero la consternación e incógnita también llegan al séptimo arte, tanto internacional como local.
Primero el ya de por sí accidentado filme de James Bond, No time to die, aplazó su estreno hasta noviembre, y ahora le han continuado Mulan y Un lugar en silencio: parte II, entre otras producciones hollywoodenses, ya que los cines en Estados Unidos y otras partes del mundo han cerrado sus marquesinas por el momento.
Y la afectación ya arribó directamente a la industria fílmica desde su creación, ya que el Festival Internacional de cine de Cannes ha sido suspendido, la realización de películas como Jurassic World: Dominion, Matrix 4, The Batman y Misión: Imposible 7 –esta última se estaba produciendo en Italia precisamente– se ha detenido por completo, además de otras decenas de cintas que se han retrasado sus planes de rodaje.
Mientras que en México, el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, la muestra documental Ambulante y la Segunda semana de cine canadiense se han retrasado hasta que todo vuelva a la normalidad.
Por lo que solo queda un último claro eslabón de afectación, el público, que afortunadamente todavía puede acudir al cine sin restricciones, pero, ¿hasta cuándo?
Mientras lleguen medidas de control sanitario adecuadas al país, o se tenga todavía la libertad de salir de casa, seguiré acudiendo al cine de mi preferencia, claro, tomando todas las precauciones necesarias, y de paso experimentar y observar este escenario de paranoia, que es tierra fértil para quienes también visionamos ficciones, ya que tal vez, al fin, el apocalipsis sea ahora.