Celuloide: Copy of a copy…

I’m just a copy of a copy of a copy Everything I say has come before Assembled into something, into something, into something I don’t know for certain anymore Nine inch nails – Copy of a Este no es el futuro que Discovery Channel me prometió cuando era un infante, cuando veía Más allá del […]

I’m just a copy of a copy of a copy

Everything I say has come before

Assembled into something, into

something, into something

I don’t know for certain anymore

Nine inch nails – Copy of a

Este no es el futuro que Discovery Channel me prometió cuando era un infante, cuando veía Más allá del 2000, cuando presentaban autos voladores y ciudades hipermodernizadas, esta no es la distopía que Blade Runner (1982) dijo que sucedería en noviembre de 2019, tampoco el tiempo lejano de 2015 que Volver al futuro II (1989) reflejaba, en el que había hologramas hechos película, y seguimos sin colonizar la Luna como ocurre en el libro de 1968, 2001: odisea del espacio, de Arthur C. Clarke, convertido en película por Stanley Kubrick el mismo año.

El cine, la televisión y la literatura me fallaron, me decepcionaron y sigue sin llegar ese mundo de fantasía, de tecnología inteligente y automatización perfecta, pero mientras sigue el curso de los años, y esperamos ese lugar lleno de artículos que rebasan nuestra imaginación, también hay dramas de ciencia ficción que buscan acercar ese lejano paso, acortar la brecha entre lo inverosímil y dar realismo a nuestras pesadillas, haciendo la fabulosa pregunta que arrojó el profesor Hobby al inicio de Inteligencia Artificial (2001): “Pero al principio, ¿no creó Dios a Adán para amarlo?”.

¿Necesitamos esa constante aprobación de los demás o sólo es un narcisismo a nuestro ego constantemente en vulnerabilidad superflua? Queremos crear máquinas inteligentes a nuestra imagen y semejanza, ¿para sentirnos dioses o para querer estar acompañados?

Desde que salió la primera temporada de Westworld, en 2016, el hermano del prolífico cineasta Christopher Nolan, Jonathan, entregó una serie que rompía con las ideas básicas de la ciencia ficción, ganaba terreno en donde ya se han explotado temas recurrentes, pero tampoco fue fortuito que esta idea estuviese inspirada en la película homónima del escritor Michael Crichton de 1973.

Pasó la primera y vino la segunda temporada, el reto se amplió, de tener un “parque de diversiones” para adultos con la temática del viejo oeste, ahora había que entender cómo es el contexto social de ese futuro oscuro, por lo que en esta tercera temporada de ocho episodios a estrenarse el 15 de marzo, conocemos lo que sucede fuera de esa tierra temática, vamos al mundo exterior.

Fue como pasar de observar por un orificio minúsculo, a mejor abrir un boquete y meter un telescopio para poner mayor detalle a esa realidad alterna, en la que posiblemente sólo somos una simulación de una simulación o, tal vez, ¿somos una copia de una copia?

El primer episodio de esta temporada promete, deja con ansias de más; entonces, habrá que ver hacia dónde se sigue expandiendo ese universo ulterior, y ojalá que sus creadores sean fieles a sus ficciones, y se cuiden de caer en pasos perdidos por complacer al público mainstream que se confunde con la ciencia ficción dura.

La tercera temporada de Westworld se estrenará el 15 de marzo.

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