En una atmósfera monocromática donde impera el ambiente gélido impuesto por el viento, la inclemencia del tiempo y la mar, dos hombres arriban a una isla con una sola tarea, ser los guardianes del faro que auxilia en el curso de los navíos, pero una vez llegados a este lugar, la soledad, la monotonía y desasosiego sacan los peores demonios de los custodios de la torre lumínica.
El ánimo es agreste entre los dos, Thomas Wake actúa como superior de Ephraim Winslow, aprovechando cada momento para tirar flatulencias en su presencia y devaluar el respeto del subordinado; el temporal arrecia, sin dar tregua a estos trabajadores que deberán permanecer cuatro semanas hasta que llegue el siguiente relevo.
Winslow se refugia en la masturbación, es lo único que impide que su mente –ya perturbada– entre en un delirio por el tedio de repetir una y otra vez las mismas tareas. Lo único que calma a las bestias es el exceso de alcohol al final de la jornada, pero el ciclo se repite siempre al llegar el alba.
Después de realizar su ópera prima La bruja (2015), Robert Eggers continuó en el camino del horror, ahora con El faro, cinta en la que explora la psique del ser humano y los límites de la misma, todo bajo un cariz de filme de antaño, ya que su formato irrumpe al cine convencional de hoy en día.
Willem Dafoe y Robert Pattinson son los encargados de darle vida a Wake y Winslow respectivamente, ambos histriones han descrito que esta producción fue demandante en todos los sentidos y su labor actoral es impecable a cuadro, lo cual ha llegado a sumar el rumor de que llegarán a la nominación de los Oscar.
Eggers, de 36 años, reafirma su talento en la dirección, además de en la escritura del guión junto a su hermano Max, ya que ambos se inspiraron en textos de Herman Melville y Robert Louis Stevenson para elaborar el libreto, el lenguaje de época –la ficción se sitúa en el siglo XIX– fue cuidado a detalle.
Dafoe, quien visitó el Festival Internacional de Cine de Morelia en octubre pasado, contó sobre el film y afirmó que fue un reto actoral, no sólo para memorizar las líneas, sino para lograr la intención y entonación del inglés que requería su rol.
El faro es una producción que afecta lo más profundo de nuestro pensar, es una invitación a la introspección de la locura, que bien puede estar presente en distintos grados a lo largo de la vida, al igual que la felicidad, la tristeza o el amor, y nos transita en momentos insólitos e insospechados.