Un travesti (casi) divorciado, uno más en su senectud y otro que vive la vida arcoíris destrampada, se unen en un viaje en el árido paraje australiano, en un autobús destartalado, bautizado como Priscilla, Reina del desierto, ¿qué puede salir mal de este coctel dramático hecho película? Absolutamente nada.
Esta hilarante premisa de hace 25 años, escrita y dirigida por Stephan Elliott, es un buen comienzo para aquellas personas que están ajenas a la comunidad LGBT+, ya que es un desternillante paseo a los calvarios que vive esta sociedad, constantemente denigrada y minimizada.
Pero se debe aclarar que la comedia de Las aventuras de Priscilla, Reina del desierto(1994) para nada hace mofa de los trans, son ellos quienes se burlan de una sociedad que los castiga y margina, lo que hace un juego perfecto en este largometraje que ya es todo un clásico de culto del cine gay, que además ganó el Oscar a Mejor Diseño de Vestuario.
El reparto es certero, Hugo Weaving –recordado por ser el Agente Smith en la Trilogía Matrix– es Anthony “Tick” Belrose, quien cuando se pone medias, rímel y lipstick se transforma en Mitzi Del Bra y ha sido contratado para cruzar de sur a norte el continente australiano para llevar su espectáculo drag al Lasseters Hotel Casino Resort, el cual es administrado por su todavía esposa Marion Barber.
En este roadtrip desértico, lo acompañan Adam Whitely, de alter ego Felicia Jollygoodfellow, cuando se sube al escenario entaconada, y le gusta ser amanerada con o sin indumentaria drag, este rol lo interpreta Guy Pearce, quien años después encarnaría al hombre con problemas de retención de recuerdos en Memento (2000) primer filme profesional de Christopher Nolan.
La cereza en el trío es Bernadette Bassenger, mujer trans que ya se encuentra en su adultez, pero que no se deja intimidar por aquellos que desean molestarla; su actitud sabia le trae fortaleza al grupo en los momentos difíciles del viaje.
Todo aderezado con un perfecto soundtrack con canciones de artistas tan eclécticos como ABBA, Gloria Gaynor y Giuseppe Verdi, para acentuar los momentos más catárticos del filme, es sin duda una joya que sigue brillando a la posteridad.
Es por esto y más que la cinta necesita seguir siendo revisada, tanto por las nuevas, como las anteriores generaciones, no solo de la comunidad LGBT+, sino por cualquier público que presume ser incluyente o está en sintonía con la bandera multicolor. ¡Larga vida a Priscilla, la única Reina del desierto!