El crimen ¿no paga?
Una toma cenital muestra un salón circular, dominan los tonos madera, cuatro personas de traje en colores grises custodian la entrada mientras que un séquito llena de atenciones a un hombre que yace recostado en la silla de barbero.
El paso del paño por el calzado y la lima de uñas haciendo su tarea dominan el silencio. La aparente calma es rota por un reportero que adelanta su paso contra el hombre que en reposo tiene una toalla sobre su cara, atreviéndose a apuntar que este señor pareciera ser más el alcalde de Chicago que el propio edil en función.
Hidalgo NeiraUna toma cenital muestra un salón circular, dominan los tonos madera, cuatro personas de traje en colores grises custodian la entrada mientras que un séquito llena de atenciones a un hombre que yace recostado en la silla de barbero.
El paso del paño por el calzado y la lima de uñas haciendo su tarea dominan el silencio. La aparente calma es rota por un reportero que adelanta su paso contra el hombre que en reposo tiene una toalla sobre su cara, atreviéndose a apuntar que este señor pareciera ser más el alcalde de Chicago que el propio edil en función.
Risas de compromiso llenan el recinto.
El rostro se revela, carisma y sonrisa regordeta centellea al quitarse la toalla, Alphonse “Al” Capone se siente halagado y responde gustoso el comentario, pero el amigable momento se tensa cuando el portador de la navaja corta accidentalmente al mafioso.
Capone cambia, la cara se tensa, limpia la sangre de su mejilla y lanza una mirada de muerte al barbero, pero calma la situación diciendo: “crecí en un vecindario difícil y solíamos decir que puedes conseguir más siendo amable con una pistola, que siendo amable solamente”, las risas vuelven bajo amenaza en la barbería.
Con esta primera escena Brian de Palma inmortalizó la imagen de Capone en Robert De Niro, en una película que se volvió un clásico del género gángster, “Los Intocables”.
Un tema que evoca al pillaje, las corruptelas y la incesable persecución policiaca de la era del prohibicionismo, es como el compositor Ennio Morricone le mete carácter desde los créditos iniciales a este drama judicial que además remata con la apertura de la escena antes descrita.
“Los Intocables” llegaría un 3 de junio de 1987 a las salas estadounidenses, con Kevin Costner interpretando al infatigable Eliot Ness a cargo del escuadrón del mismo nombre que solo se dedicaba a frenar el trabajo sucio de Capone, Sean Connery personificó al oficial hiberno-estadounidense Jimmy Malone (y ganó el Oscar por este papel el siguiente año), un joven Andy García encarnó al italoamericano George Stone también llamado Giuseppe Petri en el bajo mundo, quien era contratado por ser un gatillero indiscutible.
Se dice que la obsesión de parecerse al verdadero Al Capone fue a tal grado en De Niro que engordó 14 kilos y buscó a los sastres que le confeccionaron los trajes al capo. Giorgio Armani lleva el crédito de quien realizó el guardarropa para toda la película.
Connery, Costner y García entrenaron tácticas policiales y uso de armas de la década de 1950 y el único sobreviviente del escuadrón original Albert H. Wolff fue consultor en el filme, ayudando a Costner para prepararse con su interpretación de Ness.
A tres décadas de su estreno y a casi 90 años de los sucesos reales, poco ha cambiado el ámbito delictivo y su manera de operar, entonces el crimen ¿paga o es impune?