Si existieran los ángeles, ¿cómo serían realmente? ¿Estarían vistiendo con toga como se representan en pinturas del Renacimiento? ¿podrían estarnos observando todo el tiempo?
Y además de todo esto, ¿qué pasaría si un ángel tuviera la capacidad de enamorarse?
Tomando versos de Rainer Maria Rilke e inspirado en cómo su natal Alemania se encontraba dividida, Wim Wenders ideó una historia de fantasía en la que a pesar de haber un Berlín del Oeste y otro del Este, desde el cielo había unos vigilantes silenciosos que cuidaban de sus habitantes sin discriminar su separación territorial.
“Las alas del deseo” contaba el paso de Damiel (Bruno Ganz) y Cassiel (Otto Sander), dos ángeles que merodean las calles de Berlín, que son capaces de escuchar a los ciudadanos en sus más profundos pensamientos, alentarlos a hacer el bien, pero nunca son vistos por el ojo común, permanecen invisibles, son observadores al libre albedrío humano, sólo siendo percibidos por los infantes.
Esta vida de inmortalidad también les ha traído soledad a los seres divinos, por lo que Damiel tropieza repentinamente el amor en Marion (Solveig Dommartin), una trapecista de circo que también se encuentra aislada del mundo ordinario, aunado a que sus días en el escenario están por terminar debido a que el acto de carpa está por clausurarse.
Es ante estos rasgos de depresión y melancolía que Damiel descubre una empatía en la mujer y se ve tentado a dejar sus alas de ser omnipresente para alcanzar un deseo terrenal.
El largometraje de Wenders llama la atención por tratar la fantasía como algo normal, fuera de efectos sorprendentes y jugando más con el ingenio del cinéfilo. Filmada en blanco y negro esta producción retrata también los últimos años de la división alemana por el muro de Berlín.
La influencia que causó el filme de Wenders llegó hasta Hollywood, donde se conoce más su remake de este lado del globo: “Un ángel enamorado” con Nicolas Cage y Meg Ryan fue un éxito en taquilla, aunque no tan apreciada por la crítica por hacer una versión mucho más melosa que la del director teutón.
También existe una adaptación en novela gráfica realizada por Sebastiano y Lorenzo Toma –padre e hijo respectivamente– la cual es fiel en los contrastes y claroscuros monocromáticos que le imprimió Wenders a su cinta de 1987.
Una mirada a “Las alas del deseo” le viene bien ahora a 30 años de su estreno. Reflexionar, enamorarse y apreciar aquellos momentos que pueda evocar la película, aunque sean solo ilusorios o propios de un recuerdo inexistente, sólo un pensamiento de la imaginación.