Sin duda que alimentarse es básico para seguir viviendo, sin embargo, para muchas personas hay otros productos que pueden significar parte de su gasto cotidiano, como son los medicamentos y los suplementos.
En buena medida se ha puesto de moda el fitness (no me gusta usar anglicismos, pero creo que no hay una palabra en español para referirse a ese concepto, al menos no la conozco); por otro lado, también es un hecho que los avances médicos del último siglo redujeron considerablemente las enfermedades infecto – contagiosas y en su lugar prevalecen las crónico – degenerativas, trayendo como resultado un incremento muy importante en la esperanza de vida, aunque no precisamente en la calidad de vida.
Vivir más años obedece en buena medida a los tratamientos que prescriben los médicos y las instituciones de salud, tanto públicas como privadas, para controlar padecimientos como la diabetes y la hipertensión. Y por supuesto, no creo que alguien se queje de que le ayuden a sentirse mejor entre medicinas y el ya citado estilo de vida fitness.
El problema se presenta cuando tenemos que hacer cuentas de lo que representa el gasto en gimnasios, terapias, acondicionamientos y claro, medicamentos y suplementos. La cuenta puede representar un monto bastante elevado dentro de lo que es tu presupuesto mensual.
Ahora bien, si te alcanza para pagar todo ¿Cuál es el problema? Pues muy fácil, que buena parte de lo que consumes en productos y servicios se puede pagar más barato siempre y cuando te dediques a verificar las condiciones que te ofrecen en cada compra y que no demerite la calidad.
Claro está que con la salud no se juega ni mucho menos se escatima, pero es muy importante saber que los productos prescritos por los doctores, nutriólogos y terapeutas tienen una gigantesca utilidad entre lo que son sus materias primas y la venta al público.
Entiendo a la perfección lo que se gastan en investigaciones y que de alguna manera deben recuperar, sin embargo, no me cabe en la cabeza que el pago sea inconmensurable en lo que está vigente su patente, llegando a cobrar, literalmente, dos mil, tres mil por ciento o más de pura utilidad.
Busca productos sucedáneos que te permitan cumplir con el objetivo primario de cuidar, mantener y recuperar la salud, pero que al mismo tiempo le ayuden a tu bolsillo a no caer en terapia intensiva por pagar cientos de veces las exclusivas de unos laboratorios que ven en nosotros más que pacientes a clientes.
Recuerda, “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.