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Dios salve al futbol

Hace tiempo ya que los mexicanos no teníamos nada que celebrar juntos, no existía en el radar mediático una razón de peso para sentirnos uno solo.

Todo lo contrario, en su mayoría los motivos para unirnos provienen de asuntos que parten de la diferencia de opiniones, de pensamiento, de ideologías.

Incluso el pasado 1 de Julio, día en que se llevó a cabo “nuestra fiesta democrática”, nadie salió a celebrar en la noche cuando se conocieron los resultados preliminares.

Hace tiempo ya que los mexicanos no teníamos nada que celebrar juntos, no existía en el radar mediático una razón de peso para sentirnos uno solo.

Todo lo contrario, en su mayoría los motivos para unirnos provienen de asuntos que parten de la diferencia de opiniones, de pensamiento, de ideologías.

Incluso el pasado 1 de Julio, día en que se llevó a cabo “nuestra fiesta democrática”, nadie salió a celebrar en la noche cuando se conocieron los resultados preliminares.

Más allá de lo que protocolariamente sucedió en el auditorio principal de la sede nacional del PRI, una buena parte de nuestro país se mostró “apagado”, desilusionado y otro sector definitivamente irritado.

Ganara quien ganara la elección presidencial, pero bajo circunstancias claras y transparentes, el hecho hubiera sido motivo de júbilo y regocijo.

Sin embargo, bajo el desaseado paisaje que vivimos, los comicios se convirtieron en camino de desencuentro y discordancia.

Así llevamos más de un mes, con dudas y cuestionamientos por parte del movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

Transmitiendo spots que intentan convencer a la opinion pública de que la impugnación del proceso electoral es la única forma de continuar como país.

De hecho, los priístas también están preprando spots para sacarlos al aire y resguardar mediáticamente la victoria de Enrique Peña Nieto.

Como si no hubiera sido suficiente con el spoteo que “nos chutamos” durante tres meses de campaña y otro más de precampaña de algunos políticos.

Afortunadamente llegaron los Juegos Olímpicos y con ellos los partidos de futbol que la Selección Mexicana Sub 23 ha disputado para alcanzar una medalla que sume a la pobre cosecha que la delegación de nuestro país ha alcanzado en Londres 2012.

La mañana de ayer observamos los televisores de hogares, de oficinas, y de establecimientos comerciales, con personas enfrente que, fanáticos o no, gritaban, deseando un gol para la agrupación que dirije Luis Fernando Tena.

Seguramente algunos de ellos votaron por la coalición de izquierda, otros probablemente lo hicieron por el PAN, y otros tantos votaron por el PRI. Pero ayer a las 11:00 de la mañana todas y todos fuimos uno.

Porque cantar un gol de la Selección Mexicana es uno de los  pocos placeres que aún nos quedan al ver un canal de televisión abierta, no importó si la transmisión se vió por Televisa o TV Azteca, por cable o satélite.

Incluso un buen número de mexicanos vimos el partido por internet. Lo realmente importante fue verlo y disfrutarlo juntos.

Porque nada se compara a ese momento en el que el balón entra a la portería rival, gritamos, nos volteamos a ver, extasiados nos abrazamos, nos identificamos. Somos uno.

Nos vemos el sábado. Dios salve al futbol.

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Cuando Enrique Peña Nieto dice en uno de los spots que enmarcan la campaña de su segundo informe de Gobierno: “De ser un país detenido, nos transformamos en un país con un paquete de reformas audaz, reconocido por el mundo”, argumenta que México se mueve. ¿Hacia dónde? No dice, pero según el presidente, el país está en movimiento.

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