Las armas, la sangre, el grito, los inocentes, el dolor, la muerte, las mentiras, el terror, la intriga, las sombras y nadie es culpable.
Parecería que México está exento de los problemas acarreados en las aulas del primer mundo, pero la realidad es que desde el año pasado Monterrey se ha vuelto un foco rojo desatendido, porque ni siquiera hay filtros para que se evite ingresar con pistolas a escuelas.
Sin que fuese el propósito por parte de los realizadores, es justo a menos de una semana de que hubo una muerte en las instalaciones del Tecnológico de Monterrey, que se estrena en cines Hasta los dientes, documental que habla del caso de dos estudiantes que fueron asesinados al interior de la casa de estudios regiomontana, en 2010.
En el testimonial, el director Alberto Arnaut, va tras la opinión de los familiares afectados por el fallecimiento de Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo, quienes quedaron tendidos sobre el piso del Tecnológico de Monterrey cuando se vino un tiroteo entre el ejército y un comando armado a las afueras del lugar.
El gobierno federal, del entonces presidente Felipe Calderón, los señaló como presuntos sicarios, porque se les encontró armas largas al interior de la universidad privada; sin embargo, esta versión inverosímil fue sólo para que la lucha contra el narcotráfico saliera bien librada ante los medios.
Ni los efectivos militares ni el Tec se hicieron responsables del todo, el crimen quedó impune y los ciudadanos lamentan que ni el gobierno ni una institución pública puedan dar la cara propiamente para hablar de los hechos con claridad.
Pero más allá de que hace ocho años quedaran dos alumnos inocentes en el piso, ¿dónde esta una legislación real para frenar que la violencia siga pasando al interior de una institución educativa?
¿Bastarán el tiroteo ocurrido al interior del Colegio Americano del Noreste, en el que un alumno hirió a sus compañeros y se depojó de la vida, más el suicidio — confirmado por la Fiscalía General de Justicia de Nuevo León— al interior de la Prepa Tec Valle Alto, para realmente sentar un precedente legislativo y social?
Claramente son sucesos paralelos que están marcados por distancias de distinto calibre, peligrosidad y circunstancia, pero la pólvora, la sangre y la franquicia educativa les une en un duelo que debe cuestionarse la sociedad a futuro.
¿Debemos esperar que venga una masacre para que entonces se haga un documental al estilo de Michael Moore y tengamos nuestro propio Bowling for Columbine?