Estamos a unos cuantos días de celebrar el día de Muertos. Comida, bebida, música y a veces llegamos al desenfreno, recordando a los que se adelantaron en el camino del más allá. Somos tan folclóricos que hasta nos reímos de “la calaca”. Claro, cuando toca una puerta cercana, ya no nos parece tan simpática nuestra amiga huesuda.
Sobre la muerte se han hecho miles o millones de disertaciones en cualquier cantina, velorio o simplemente una sobremesa dominguera. Y claramente siempre habrá mucho qué decir de algo tan cierto y desconocido a la vez.
Hoy quiero chorrear tinta enfocándome a una simple pregunta: financieramente ¿estamos listos para partir de este mundo? Habrá quien me conteste que, a final de cuentas, el problema se le queda a los de atrás. Y sí, efectivamente, nuestros deudos serán los responsables de cargar con el paquete y de arreglárselas con todo el desorden que dejemos al partir.
Fiel reflejo de nuestra vida será nuestra muerte y es una constante: la gente que no es previsora lleva una existencia llena de sobresaltos y vive angustias que bien podría minimizar o incluso eliminar de su cotidiano andar. Ni siquiera se trata de tener dinero por montones, no. Simplemente es poner, como se dice vulgarmente, “los puntos sobre las íes”.
Empezando por tener todos los documentos en regla, como el acta de nacimiento y de matrimonio, la credencial de elector, el pasaporte, la afiliación al I.M.S.S. o a algún otro instituto de seguridad social, las escrituras en caso de contar con algún bien raíz, etcétera. Un detalle que parece nimio es verificar que mi nombre esté escrito correctamente pues una letra puede ocasionar un sinfín de retrasos a la hora de hacer las gestiones derivadas de una defunción.
Y sería magnífico que, así como hoy tenemos documentos y hasta manuales de qué hacer en caso de un siniestros o desastres, dejáramos por escrito un pequeño instructivo de los pasos a seguir cuando ya no estemos (esto es independiente del famoso testamento del que ya hablaremos en otra ocasión). De esta manera nuestros seres queridos podrán actuar con mayor facilidad en momentos que casi siempre son de alto impacto emocional.
Piénsalo… No se trata de escribir un libro; basten dos o tres cuartillas con los aspectos fundamentales que deberán llevarse a cabo. Hacerlo así evitará muchos problemas a los que en vida más amamos y estoy seguro de que ellos lo agradecerán eternamente y no nada más el 1° de noviembre de cada año.
Recuerda: “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.