Todo parece indicar que ya vivimos en la nostalgia de la década de 1990.
Y es que a menos de veinte años de transcurrido el decenio donde Nirvana, “Jurassic Park” y Michael Jordan fueron íconos culturales, ya replicamos fórmulas que nos recuerdan un mundo donde todo parecía ser más exitoso.
Las películas independientes se destacaban por solamente tomar una cámara y filmar. Producir sin importar la continuidad, la iluminación natural o el sonido perfecto de la toma, tal como inició Robert Rodríguez cuando hizo la cinta “El Mariachi” (1992) con nada más que siete mil dólares.
Ahora, en pleno siglo XXI, se emulan los estilos minimalistas de filmación, además de adoptar los códigos de vestimenta y hasta los autos deportivos de la época como para recrear ese sentido de añoranza en la era actual.
La ópera prima del holandés Sam de Jong, “Príncipe”, toma la atmósfera descrita para hacer de la travesía del héroe –instaurada por Joseph Campbell–, un moderno cuento de hadas, con sus claros bemoles y circunstancias.
En la ficción, Ayoub de 17 años, enfrenta a un grupo de bullies de su barrio, todo por hablar con Laura, la novia de uno de los amedrentadores, pero ellos no cuentan con que el adolescente se juntará con Kalpa, un excompañero de clase al que todos respetan en el vecindario por tener negocios de índole sospechosa.
Tanto así que en lugar del sabio tenemos a un padre heroinómano, la damisela en peligro es la chica bonita de la colonia, y la tentación se presenta con Kalpa, facilitador de armas y lujos inalcanzables para un adolescente sin ingresos.
De Jong apostó por utilizar a personas que no se dedican profesionalmente a la actuación (a excepción de dos personajes secundarios), la fotografía tiene ese look and feel como si estuviéramos en 1990, aunque queda claro que se vive en la actualidad.
Cortes de cabello tipo mullet (sí, ese que usaba Mac-Gyver), chicas con leggings y hasta un Lamborghini Diablo son parte del universo de “Príncipe”, que además, con la música compuesta por Palm-bomen se completa el ambiente con melancolía de los años noventas.
Tal vez “Príncipe” no venga a decir nada nuevo en narrativa, historia o producción, tal vez sea incomprendida para los millenials que apenas nacían en ese momento, pero quizá su verdadero propósito sea el dar un paso hacia atrás para recordar que en esa década existían sueños por tener un mejor futuro.
Curiosamente nos hemos convertido en un futuro que añora el pasado, sin vivir un presente glorioso como antes.