Se le habían roto los cristales de los anteojos y se le habían perdido las llaves. Ella buscaba las llaves por toda la ciudad, a tientas, en cuatro patas, y cuando por fin las encontraba, las llaves le decían que no servían para abrir sus puertas.
Eduardo Galeano – Los sueños del fin del exilio/3 – El libro de los abrazos (1989)
¿Cómo desanudar los amarres de una cuerda invisible? ¿Acaso una celda tiene cerrojo sólo por estar cerrada? ¿Vivimos prisioneros de nuestra propia mente?
La venganza como máxima ante aquellos presidiarios que fueron encarcelados injustamente, que están pagando una condena que no es suya, pero se les endilgó para callarlos, sumergirlos en el olvido y existir presos de una muerte en vida.
Esta vendetta alimenta su odio, pero a su vez gangrena lo que les queda de espíritu esperanzador, bien le ocurrió a Edmond Dantès al interior del Castillo de If en El conde de Monte Cristo, que pasó ocho años maquilando su ajuste de cuentas contra quienes le metieron en aquella prisión, en medio de una isla francesa.
Y esto mismo le empieza a carcomer a Henri Charrière cuando es sentenciado a perpetuidad por un asesinato que no cometió. El apodado “Papillon” se desvive pensado en los métodos que Alexandre Dumas acuñara en su obra literaria célebre, recreando en su cabeza las peores torturas que pudiera imaginar contra los que lo juzgaron.
“Grita, grita todo lo que quieras, tan fuerte como puedas. ¿Que qué voy a hacerte? ¿La receta de Dumas? No, no es suficiente”, escribió Charrière en su autobiografía, cuando fue enviado a la cárcel de la Guyana Francesa, hace 85 años.
40 años después de su dictamen penitenciario, la versión fílmica llegó con Steve McQueen interpretando al convicto, Papillón se convirtió en un éxito instantáneo y ahora en 2018 llega una nueva versión que busca rescatar la historia verídica de este hombre encerrado sin justicia.
Al igual que Dantès, el recluso francés se tuvo que hacer de su libertad por mano propia, buscando su escapatoria a como diera lugar, sin importar los candados, los celadores o peligros de la travesía. Al fin, así fue como logró escribir su libro y contar su verdad al mundo, siendo recordado después de su muerte en 1973, falleciendo a sólo cinco meses de que se estrenara la primera adaptación fílmica.
“Papillón” nunca fraguó sus revanchas, pero dio a conocer su pasado tortuoso, posiblemente su desasosiego se haya cobijado en una frase expresada por el Conde de Monte Cristo con la que éste serenaba sus demonios internos: “Para toda clase de males se tiene dos remedios, el tiempo y el silencio”.