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El vacío fantasma

Era previsible que la última película en la que aparece a cuadro Daniel Day-Lewis se iría sin ganar alguno de los premios principales de los Oscars y que ni el sentimentalismo le cedería la presea por ser su última actuación. Pero el drama de época dirigido por Paul Thomas Anderson merecerá recordarse por cómo retrata […]

Era previsible que la última película en la que aparece a cuadro Daniel Day-Lewis se iría sin ganar alguno de los premios principales de los Oscars y que ni el sentimentalismo le cedería la presea por ser su última actuación.

Pero el drama de época dirigido por Paul Thomas Anderson merecerá recordarse por cómo retrata una parte de las relaciones humanas: el amor desbordado que lleva –literalmente– hasta la enfermedad.

Fue precisamente en un momento de convalecencia de la vida de Anderson en el que le surgió la idea de realizar esta cinta, específicamente cuando vio en su esposa una mirada única.

Lo observó con tal ternura mientras él yacía en cama que el director recordó cómo era su amor de jóvenes años atrás.

“El hilo fantasma” es la historia de Reynolds Woodcock (Day-Lewis), un diseñador de modas que al encontrar a Alma Elson tiene un enamoramiento y la hace su musa, le causa admiración, se pierde en ella, pero eventualmente se acaba su encanto y con éste el amor.

Cuando ella quiere recuperarlo el modisto se siente sofocado por sus atenciones y ve amenazada su integridad, por lo que ella recurre a una medida extrema para hacerlo caer, para que pierda su fortaleza y habilidad.

Ya lo documentó el escritor Eduardo Galeano en “El libro de los abrazos” de 1989: “Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón”. Y Reynolds está atrapado también en los recuerdos, en el primer vestido que diseñó que era específicamente para su madre y es perseguido por esta memoria aunque lleve años difunta.

El creador de indumentarias gusta de guardar pequeños mensajes secretos entre las costuras y pliegues de sus diseños.

Cuando le encargan confeccionar un vestido de bodas, esconde zurcida la frase “sin maldición” en la prenda nupcial, aunque él no crea en el matrimonio.

Reynolds se aflige, extraña el sabor del verdadero amor, pero tal vez “extrañar” es una palabra que no significa lo suficiente para describir su sentir. Se le observa volcado en un vacío irremplazable, que él puede ver pero no puede poseer materialmente, un vacío que es fantasma.

Así es como Alma viene y consuela a su hombre y él se deja tomar por su mujer, y aunque sabe en el fondo que ella es el “veneno” que le sigue manteniendo vivo, aceptando su destino por doloroso que éste sea

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